Capítulo 1

1289 Words
Danna  El futuro de cada una de las personas está predestinado desde el momento en que inicia su camino, todo ser humano está atado al destino de alguien más por medio de un intangible hilo invisible. Ahora entiendo y siento la leyenda del hilo rojo, sin importar el tiempo y las veces que se estire este hilo nunca se romperá. Quiero pensar que la felicidad no tiene fin, que cada día de mi vida será pura alegría y amor junto a mis cuatro bebés que, con ellos aprendí el verdadero significado de la palabra madre y de la misma forma a ser amada incondicionalmente por sus cuerpos diminutos, los cuales dependen mucho de mí al igual que yo de ellos, pero todo esto se lo debo a una persona, a mi Aarón, mi esposo y amigo, mi amante y confidente, si tuviese que resumir en una sola palabra a mi esposo este sería VIDA. Despierto en medio de la noche en busca de su cuerpo, me acostumbré a aferrarme a él para volver a quedarme dormida, pero éste no estaba a mi lado, últimamente encuentro su lugar vacío mientras su anatomía está de pie mirando a través de la terraza en la oscuridad de la noche. —¿Todo bien? — lo abrazo por detrás posando mi rostro por su espalda desnuda. Nota mi presencia y él se gira hacia mí para tenerme de frente. —Todo bien mi vida, solo me desvelé — añade la misma respuesta de todas las noches. No dije nada más, y solamente lo miré intentando convencerme con sus palabras, cosa que no soy capaz de conseguir. —Vuelve a la cama, enseguida regreso, iré a ver a nuestros pequeños — posa un beso casto en la comisura de mis labios y se fue dejándome pensativa. Últimamente, siento Aarón distinto, y no me refiero a su comportamiento conmigo más bien perdido en sus pensamientos, es como si le preocupara algo que yo no llegaba a entender y cada vez que le preguntaba me decía lo mismo, que estaba bien y se alejaba para que no continuase con la incógnita que mi mirada le daba para descifrar a través de sus ojos lo que tanto se callaba. Me hago la dormida cuando él regresa. —¿Te volviste a dormir, reina? — cuestionó acercándose a mí mientras su aliento cálido choca en mi rostro. No contesté. —Tan bonita y engañosa que eres, nena —dijo nuevamente y no pude evitar reírme. —¿Engañosa? —muerdo mi labio inferior. Aarón gimió levemente al ver este entre mis dientes. —No hagas eso, Danna—ordena. Muerdo más fuerte mi labio. —Suéltalo. Niego con la cabeza y entonces sella sus labios con los míos, haciendo que suelte el labio que estaba mordiendo con tanta intensidad, mientras su lengua dibuja un camino en ellos y nuestros jadeos empezaron a ser sonoros cada vez más fuerte en nuestra habitación. — Cuanto te amo, mi idiota— mencioné una vez que nos dejamos de besar. —¿Mi idiota? —levantó la vista y sus ojos se concentran en los míos—. Me parece que tendré que callarte la boca con un beso de esos que dejan sangre— se ríe al recordar la primera vez que le llamé de esa manera en el ascensor y que como me tuve que tragar la palabra "idiota". Paso mis manos por su rostro hasta su cabello y me levanto de la cama para tomar el poder y estampar mis labios con los suyos nuevamente. Su mirada de sorpresa me causa gracia, sonrío mientras estoy posicionada encima de él. — Hazlo— ordenó con su perfecta sonrisa. Bajo hasta su rostro y nadé en su boca haciendo que nuestro amor se fortalezca más y más, que nuestros cuerpos pidan más, porque con él siempre las noches son cariñosas. En la mañana despierto temprano porque Mateo y Matías lloraban, sus estómagos pedían alimentos. — Ya, cariño— intenté calmar a Mateo mientras Matías me miraba en busca de mis brazos, para tener solo ocho meses son muy inteligentes. — Ven, amor— esta vez acurruco a Matías. El pequeño Aarón y Lucía aún dormían. — Buenos días, papi dormilón— dije mientras los mellizos y yo nos echamos encima de él. — Estoy destrozado, Danna— informa abriendo los ojos mientras posiciona en sus brazos a los mellizos. — Normal... despiertas en medio de la noche y te pones a mirar por la terraza y después acabamos haciendo el amor y ya me dirás tú cómo quieres despertar, además la edad no está a tu favor— me burlo. — ¿Mi edad? — repite. — Sí, tu edad — afirmé con una sonrisa de lado. — Pues ayer no pensabas en mi edad cuando me pedías más. Lo miro con los ojos entre cerrados. — Estoy en mi mejor momento, señora de Davis— aclaró para que no me quede ninguna duda. — Ajá... si tú lo dices— hago como que le resté importancia y así lo molesto un poco más. — Te libras de unos buenos azotes porque los mellizos ocupan mis brazos, si no te hubiera enseñado lo que hace un hombre de mi edad— nos reímos al unísono. La mañana pasó bastante ajetreada, los mellizos Aarón y Lucía ya van al jardín de infancia, y en parte tengo un poco más de tiempo libre porque Matilde se queda con Mateo y Matías mientras estoy estudiando comercio y marketing. Quiero hacer crecer el negocio de joyería que me regaló Aarón en su día. — Espera amor— detengo Aarón que se disponía a salir. — ¿Qué pasa, nena? — Déjame que te ajuste bien la corbata— mientras se la voy arreglando su mirada se clava en mi rostro y con una leve curva en sus labios continuó detallándome — ¿No te cansas de mirarme? — terminé de hacer el nudo. — Jamás me cansaría de mirarte, querida esposa. — Te amo. — Yo también te amo, Danna, nos vemos en la noche. Se despide con un beso y lo veo marcharse. Desde que se dedica a la ingeniería naval, está casi siempre ocupado diseñando y en reuniones con los clientes. — Danna, te buscan— dice Matilde pasándome el teléfono de casa. — Diga— nadie me contesta, solo se escuchaba una respiración por la otra línea y después cuelgan. — ¿Ocurre algo? — Cuestionó Matilde. — Me colgaron— informé mientras me perdí en mis pensamientos por unos instantes. — Qué raro— agregó ella —. Insistió tanto en hablar contigo a pesar de que le dijera que estabas ocupada con tu esposo, pero ella quiso esperar— vuelve a decir. — ¿Es una mujer? — intento pensar en quien podría ser—, está bien, si es algo importante me volverá a llamar. Rebusco que ponerme en el vestidor que comparto con mi esposo, cuando me topo con una de sus americanas que estaba sin colgar, la coloco en la percha y antes de colgarla una parte de un papel se asomaba del bolsillo de esta, y al ver que se trataba, me quedé helada. Era un cheque a nombre del comisario de Marbella. — Veinte mil euros a nombre del portador— leo en voz baja mientras mi mente se confunde y millones de pensamientos encontrados me acechan. ¿Por qué Aarón tiene un cheque con una gran cantidad de dinero a nombre del comisario Velázquez? Una sensación escalofriante se instala en mi ser, no quería pensar que él volvió a su anterior vida. Sacudí la cabeza para alejar esos malos pensamientos, Aarón no haría eso.  
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