Tomo un respiro y voy a hablar, pero vacilo. La ansiedad cae sobre mí, y mi pulso salta. Toco su mandíbula, y lo observo, viéndolea los ojos. —¿Qué? Apoya su mano sobre la mía. —Ya me has oído. Quiero que te mudes conmigo. Sé que es... —Loco —lo interrumpo. Sus manos encuentran la curva de mi cuello. —Sí. Es una locura y es rápido. Es peligroso, imprudente y embriagador. —Hace una pausa, atrayendo mi rostro más cerca—. Pero es lo que nos hace. Es lo que nos ha hecho desde el momento en que nos conocimos. Vive conmigo, Mirena. Mantente loca, peligrosa, imprudente y embriagadora conmigo. Sólo hazlo al despertar a mi lado cada mañana. Bajo la mirada al suelo y me mordisqueo la uña del pulgar. La idea es más que embriagadora. Dios, todo lo relacionado con él me desangra a nada negativo

