Julia
Abrí la puerta, ojos y boca al mismo tiempo al ver a una despampanante rubia encima de lo que parece ser el señor Alexander Rossi.
—¡Ahhh! —gritó la rubia al verme, bueno solo fue ella ya que él se encontraba de espaldas, gracias a Dios.
—Perdón, perdón yo no he visto nada —dije tartamudeando, tape mis ojos, boca y salí de ahí como alma que lleva el diablo, Dios, mi pecho subía y bajaba desesperadamente, mis manos y piernas temblaban, absolutamente todo me temblaba.
Escuché gritos, insultos, y segundos después escuché la puerta casi abajo, bueno y la rubia que hace unos minutos estaba encima de aquel hombre salió hecha una furia. Dios trágame tierra, me giré, tal vez así no me reconocería
—¡Tu niña estúpida, ¿Acaso no sabes tocar la puerta? ¿Quien, demonios te crees para entrar así a la oficina?, ¿Acaso querías arruinar mi día? —dijo la rubia mirándome fijamente a punto de arrancarme los ojos, bueno eso era lo que decía sus ojos que estaban apunto de salirse de órbita, y lo peor estaban apunto de caer sobre mi.
—No, no, señorita disculpe no fue mi intención, la señorita que está ahí me dijo que podía pasar —exclame, la rubia se giró, y para mí mala suerte no había absolutamente nadie, ahora sí estoy muerta.
—Mire niña conmigo nadie juega, solo espero que nunca te vuelvas a cruzar en mi camino, o te juro que te acabo. —Asentí, y retrocedí unos pasos, mientras ella se abría paso, o mejor dicho me empujó haciéndome aún lado, cada paso que daba era con un tic toc, tic, toc, te queda poco tiempo de vida si te cruzas en mi camino.
Vi cómo la rubia caminaba hacia el ascensor echa una furia, no pude evitar sentirme mal, se supone que vengo a una entrevista de trabajo y meto las cuatro patas, si, no una, ni dos, y mucho menos tres, metí las cuatro patas y hasta el fondo.
—¡Señorita disculpe! No supe que hice y ahora el jefe está hecho una furia —dijo la chica que hace unos minutos me indico que podía pasar, si, y yo soy el espíritu santo.
Rodé mis ojos al verla, su cara decía todo lo contrario a lo que salía de su boca, en fin creo que esté trabajo ya no será para mí.
—Creo que es mejor que me retire, después de esto no creo que el señor de recursos humanos quiera verme —dije bajando mi cara, Dios, ahora que le diré a Fernando, se supone que Alexander Rosi
me recibiría para la entrevista, ahora eche todo a perder.
—¡Que!, no señorita, el que la estaba esperando es el CEO, no el señor Benítez —dijo ella. Mis piernas temblaban, y mi corazón estaba apunto de abandonar mi pecho, creo que hoy no es mi día, definitivamente si.
—¡Mejor me voy!, es lo mejor, no quiero que me mande a sacar con los de seguridad y mucho menos que me veten —dije aún más nerviosa, Fernando nunca me mencionó que el que me iba a entrevistar era el mismísimo CEO.
—¡No!, el señor pidió verla y ahora mismo, así que no se puede ir —dijo, ví súplica en sus ojos, angustia en sus palabras, vaya hace unos minutos tenía una reluciente sonrisa dibujada en su rostro, y ahora su rostro es todo un poema.
Así que rece no se cuantos padres nuestros y caminé hacia la enorme oficina, después de todo qué más puede pasar, toque suavemente, al mismo tiempo que la enorme puerta se abría de par en par.
—¡Así que te gusta entrar a las oficinas sin tocar —dijo una voz carrasposa al sentir mis pasos.
Afortunadamente pude respirar tranquila al ver que estaba de espaldas, apenas podía ver su enorme espalda, su cabello n***o azabache el cuál hacia juego perfecto con el color de su traje, “ Dios”.
—Lo siento señor, la chica que estaba afuera me dejó cruzar —dije mordiendo mi labio inferior, estaba muerta del miedo, solo quería correr. O en definitiva que se abriera la tierra y me tragara
—¿Y te gustó lo que viste? —dijo con tono aún más carrasposo, “ Dios” estaba apunto de abandonar mi cuerpo, este hombre con solo su voz logró derretirme.
—Em, señor por favor le pido disculpas, yo solo vine por qué mi amigo Fernando me dijo que usted necesita a una secretaria con urgencia —dije, mis manos sudaban, mi cuerpo temblaba, y yo, y yo estaba apunto de salir corriendo como alma que lleva el diablo.
—Así que eres tu la maravillosa mujer que mi gran amigo tanto habla —exclamó mientras se giraba de su silla.
Abrí mi boca, ojos, mientras él solo tenía una leve sonrisa en la comisura de sus labios.
—¡Que!, es usted —dije al ver al mismo hombre que me quito mi café en la mañana.
—Pero qué pequeño es el mundo, ¿No lo crees? —dijo esbozando una enorme sonrisa.
—Sí señor, creo que es mejor que me vaya, le diré a mi amigo Fernando que el trabajo se lo dieron a otra persona, no se preocupe yo hablaré con él —dije, retrocedí dos pasos, mientras la mirada de él se clavaba justo sobre mi.
—¡Alto!, yo no he dicho nada, ni siquiera te he dicho que no —vociferó caminando hacia mi.
Empecé a retroceder aún más hasta que mi cuerpo se estrelló justo contra la puerta, sus manos viajaron justo detrás de mí, y yo sentí todo mi cuerpo estremecer de solo tenerlo a escasos centímetros de mi, bueno y como no, si es un Dios.
Mis pechos temblaba, mis piernas se habían convertido en una completa gelatina, Dios, ¿Cómo es posible que me hagas esto?
Su aroma inundaba mis fosas nasales, y puedo jurar que por escasos segundos me perdí en el azul profundo de su mirada. Moví mi cabeza repetidas veces, acomodé mis gafas, me agaché un poco y me retiré de su lado.
—Es obvio después de lo que sucedió hoy no creo que usted quiera darme el empleo —vocifere, y aunque no niego que necesito el empleo más que nunca, no lo merezco.
—Estas equivocada señorita Jonhson, el empleo es suyo, se lo prometí a mi amigo, así que la espero mañana a primera hora —dijo.
¡Que!, ¿Cómo?, esto definitivamente es una broma.