Enamorado de mi torpe secretaria

Uno, dos, tres… bueno aquí vamos de nuevo, solo espero que hoy sea mi día de suerte, no puedo seguir comiendo sopas, enlatados y mucho menos el pan rancio que mi abuelo Tomas hace. Julia solo no te distraigas, está es tu última oportunidad de conseguir ese trabajo, y lo mejor decente. Acomodé mi falda, y un poco mi cabello, hoy como todos los días no fue mi día con mi cabello, creo que un día de estos lo voy a cortar, y me quedaré calva, ¡no!, eso no, después como consigo novio, si así nadie me pela, como será calva. En fin, acomodo mi gafas, y alce de nuevo mi mirada, di un paso, di dos y no puede ser, mis piernas me tiemblan otra vez, creo que un café me vendría bien, ¿qué de malo puede pasar? —¡Disculpe señora, me da un café sin azúcar! —dije por quinta vez, pero parece que la señora que atiende aparte de gorda también es sorda. —Señora, ¿podría tomar mi orden? —dije ya apunto de entrar en cólera. —¡Deme un café sin azúcar! —Alce mi mirada al escuchar una voz carrasposa detrás de mi, Dios, en frente de mí estaba el hombre más guapo y sexi que mis ojos hayan visto. Julia vuelve a la realidad, bueno si volví a la realidad solo para darme cuenta que la señora a la que le pedí mi café se lo pasaba al hombre guapo y sexi que estaba justo detrás de mi, ¿Acaso soy invisible? —¡Disculpe señor, pero ese café es mío, llevo media hora pidiéndole a la enorme señora que está detrás del mostrador y por lo tanto ese es mi café —dije firmemente, sin quitarle la mirada de encima, ahhh, creo que estoy enamorada, no Julia, no puedes enamorarte a primera vista, ¿O si? —¡Perdón!, señorita como yo veo las cosas este café es mío, si usted quiere el suyo bien puede pedirlo —dijo el hombre que hasta hace unos segundos era el más guapo y sexi que mis ojos habían visto, ahora es un engreído, arrogante, prepotente y troglodita. —¡¡¡Qué!!!, no voy a comprar otro café, llevo quince minutos esperando a que me pasen mi café y llega usted y quiere robarme mi café —exclamé, tan fuerte que todos giraron a ver. Julia es mejor que te controles, está no eres tu. ¿Qué más da?, es mi café , y ningún hombre guapo y sexi, el cual ahora es todo lo contrario, me va a quitar mi café. —Está bien señorita, usted gana, aquí tiene su café —dijo él con una enorme sonrisa dibujada en su rostro, mientras le daba un sorbo a mi café, ¡Qué!, es un uyyyy... —¡Es usted un insolente, arrogante, prepotente, engreído y vanidoso! —dije, bueno, él había empezado, y yo solo me defendí del que posiblemente también sea un loco en proceso. —Vaya, cuantas cualidades me encontraste. Pero lamento informarte que no tengo tiempo para discutir con locas. ¡Rosa! Dale el café a la señorita ah, y no se lo cobres, ese café corre por mi cuenta, no quiero que digan que no soy un caballero —exclamó el. Creo que en este momento estaba ya echando humo por boca y nariz y más al ver al posible padre de mis hijos, al que por supuesto odio, marcharse y dejarme con la palabra en la boca, pero quien se cree para pagar mi café, definitivamente es un engreído, afortunadamente nunca lo voy a volver ver. —¡Señorita aquí tiene su café! —dijo la señora con cara de felicidad, vaya, esto es una maldita broma, o definitivamente hoy me levanté con el pie izquierdo. —Gracias, y me pienso quejar con el dueño, este es un pésimo servicio —dije tomando el café, salí de ahí con una enorme sonrisa, aunque eso no quita el mal rato que me hizo pasar ese hombre. Mire de nuevo mi reloj, Dios se me va hacer tarde si llego tarde Fernando nunca me lo va a perdonar, así que metí los papeles en mi bolso y corrí como alma que lleva el diablo, afortunadamente estaba cerca, o de lo contrario creo que nunca llegaría. Mire el enorme edificio, y no pude evitar sentirme nerviosa, sé que este empleo es para mi, después de todo Fernando me recomendó para el empleo. Contornee mis caderas de lado a lado hasta llegar a la recepción, dónde una morena sonreía junto con otra chica, la cual al verme hizo una mueca de desagrado. —Disculpe señorita, soy Julia Johnson vengo a ver al señor Alexander Ross, tengo cita con él —dije mordiendo mi labio inferior. Esperé unos minutos a que la chica revisará quién sabe qué, hasta que alzó de nuevo su mirada y me regaló una cálida sonrisa. —El señor Rossi acaba de llegar, pero dejó dicho que si es posible y lo espere una hora —dijo la chica sin dejar de sonreír. Asentí con la cabeza, recibí mi gafete y caminé en dirección hacia donde la chica me había indicado. Moví mis piernas torpemente, hasta llegar al elevador, los nervios me están matando, solo espero no defraudar a Fernando, sabrá Dios que tuvo que hacer para conseguirme esta cita para el empleo, bueno él dijo que era el mejor amigo de él, solo espero poder conseguir el empleo. Oprimí el piso 25, el cual se me hizo una eternidad llegar. Al abrirse las puertas del elevador, todo apestaba a dinero, los pisos de mármol, acompañado con un ligero toque de elegancia, la hacían ver apestosamente salido de un cuento de hadas. Solo puedo decir que caminé por inercia hasta donde una chica al que aparentemente no había sido su mejor día. —Disculpe señorita, vengo a ver al señor Rossi —dije en tono suave. —Sí claro, siga —dijo. Abrí mis ojos, y alcé mis cejas, creí que debía esperar más, pero por lo visto hoy es mi día de suerte. Sonreí y di las gracias, y caminé hacia la enorme puerta que había justo enfrente de nosotros, bueno lo deduje ya que es la única puerta que veo en todo el piso. Solo sé que hoy si es el día… hoy dejaré de ser una perdedora sin trabajo.