Capítulo 1.

1550 Words
Tyron  El aire de la noche era denso. El viento que entraba en mi ventana solo hacia eso... entraba; no enfriaba, no tocaba mi piel, no existía; solo veía como la cortina se movía y las páginas de mis libros se agitaban. ¿Escapando? Una voz varonil resonó en mi cabeza. ¿Qué quieres de mi Yekun..? Yekun... Yekun...  Cerré mis ojos, esto siempre dolía, pero esa voz... ya no era la voz oscura y fría... era diferente; y ese nombre... el primer seguidor de Lucifer.  Un ojo rojo, otro oscuro, cuerpo humano, alma demoníaca... el mal.  Mi cerebro despierto sobresaltándome. Mi cuerpo impulsado por la adrenalina del miedo me levantó del asiento, mis manos inquietas recorrieron mi cabeza despeinando mi cabello por completo. Los murmullos, las voces... se repetian una y otra vez dentro de mi cabeza; no vi nada, pero sentí.  Algo maligno se acercaba a la ciudad, generando pánico en mis entrañas.  Un golpe sonó en mi puerta asustándome. -Tyron, te extrañé.-Alexa saltó a mi cuello rodeándolo con sus brazos. Su olor a vainilla inundo mi burbuja.  Mi mente todavía alterada no podía procesar lo que pasaba, pero mi alma controlaba parte de mí, así que con mucho cuidado mis manos se envolvieron alrededor de su cintura atrayendo su cuerpo más a mí. -Estas tenso.-susurró con su dulce voz sobre mi cuello, haciendo que pequeños escalofríos escaparan.  Me separe de ella rápidamente pero con cuidado y le sonreí. En sus ojos marrones podía leer como mi cuerpo atraía a su alma, como se consumía en sueños de pasión con mi nombre escritos en ellos. -Debo decirte que antes de venir aquí, mi padre me pidió que lo fueras a ver.-Alexa rodó sus ojos, sabía lo mucho que odiaba que su padre me llamara- Siempre que tengo tiempo para venir aquí a estar contigo él quiere verte... no es justo que mi padre te vea más que yo.  Reí y besé su mejilla antes de rodear su cuerpo para poder salir. -Debe ser importante Alexa, te veré en la cena. ◬◬◬  Caminar por los pasillos de la comunidad de los hechiceros era realmente escalofriante las primeras veces, pero luego, cuando tu cuerpo había pasado tantas cosas malas y tus ojos habían visto tanta mierda, te acostumbrabas.  El salón principal era para la sede, ahí se encontraba Halastor, el padre de Alexa, y otras autoridades máximas que te miraban con decepción si cometías algún error.  La gran puerta de roble se alzaba frente a mi, con fuerza la empujé. Del otro lado Halastor me esperaba de espaldas mirando al bosque desde el gran ventanal. -Te estaba esperando Tyron, algo agridulce está sucediendo y necesito saber que es.-su voz ya usada, áspera y gruesa me invitó a entrar.  Con determinación caminé hacia él dispuesto a contarle sobre mi "visión", pero algo, más allá de esa habitación, más allá de las voces que atormentaban mi cabeza, más allá del bosque, más allá de todo, llamó mi atención.  Una luz tenue se repartía a lo largo de lo que parecía ser el mundo. -Eso que ves ahí, aprendiz mío, esa luz oscura, es cada abertura al infierno. ◬◬◬  El cuerpo de Tyron comenzó a convulsionar; sus ojos comenzaron a brillar de un color amarillento. Halastor, quien lo observaba sin asombro, decidió acostarlo en el frío suelo para que pudiera recibir energía en todo su cuerpo.  Y allá, en la oscuridad, alguien, o más bien algo, corría en busca de la vida... en busca de algo que para ello, en ese momento, no existía. ◬◬◬  No podía ver, no veía nada más que oscuridad. Sentía cada parte de mi cuerpo, como mi sangre corría como un río a lo largo de mí, como mi corazón latía y mis pulmones se llenaban de aire puro.  Ayuda.  Un susurro.  Un grito.  Silencio.  Palpe la oscuridad, para ver si podía encontrar algo.  Nada.  Miedo. Eso sentía. No sabía dónde estaba, a donde iba, o que iba a pasar; solo estaba ahí, en un lugar sin luz. En mi cabeza.  Tarde en darme cuenta, pero luego lo noté. Esos susurros, esas voces provenían de un lugar oscuro, lejano, lleno de polvo y tela de arañas. Un lugar recóndito donde nadie quería ir.  Mi pasado.  Mi pecho se cerro, y mis pulmones ya no se inflaron, comencé a entrar en pánico; ese lugar era oscuro y lejano porque yo lo quería ahí, no quería que volviera. Cerré mis ojos con fuerza alejando todo lo malo que pudiera aparecer.  Lo primero que sentí fue el viento, despeinándome; luego el frío de la noche cayó sobre mí y mi mandíbula tembló en respuesta. Pero lo que hizo que mis ojos se abrieran, no fue eso, sino un sollozo, tan silencioso y ahogado, casi imperceptible.  Mire el cielo, la hierba jugaba con la palma de mi mano. Estaba en el bosque. Trate de sentarme, pero mi cuerpo parecía todavía asimilar ese viaje. Mi cabeza me dio una puntada y sentí algo caliente recorrer mis labios. Sangre.  Con el dorso de mi mano izquierda me limpie, estaba frustrado ¿por qué tenía que hacer ese viaje justo en el momento en donde las puertas del infierno estaban completamente abiertas?  El sollozo se volvió más fuerte haciéndome recordar que estaba allí. Me levante con lentitud, tratando de no pensar en el dolor que me envolvía. Caminé como pude, en la oscuridad era difícil no tropezarse. -¿Quién eres?-una voz femenina y delicada, me preguntó.  Mi cuerpo se congeló. Era imposible que me viera en las tinieblas, a no ser que ella fuera un...  El solo pensarlo hizo que el miedo volviera a nacer en mi. -No te haré daño.-susurró con cierta tristeza en su voz- Estoy demasiado asustada para hacer algo.-su voz se escuchaba débil.  Lentamente alce mi mano e iluminé la noche. Mis dedos sostenían pequeñas llamas que no me quemaban, pero si calentaba el frío de mi cuerpo. -¿Quién eres?-volvió a preguntar, claramente asustada.  El iris de sus ojos era una mezcla de violeta con naranja bastante extraña; su cabello n***o hacia un contraste perfecto con su blanca piel y sus manos parecían lo más delicado de ella.  Mi voz se veía atrapada en mi garganta, no quería hablar, era bastante obvio que era un demonio y no quería caer en su manipulación, pero la otra parte de mi necesitaba responder, necesitaba hablar, ayudarla, y no sabía por qué quería hacer eso.  No quieres ser como él. -¿Me harás daño?-miró el fuego de mi mano con nerviosismo. Casi me río. Era un demonio, ¿cómo podía temerle a algo tan estúpido como el fuego? -No.-mi voz sonó segura... y claramente no estaba seguro de nada.  Me reprendí mentalmente por contestarle, no debía hablarles a los demonios, pero ella se veía tan débil y asustada que no podía contener mi lengua. -¿Qué quieres de mi demonio?-trate de que mi voz sonara asqueada y con odio. Lo logré.  Sus ojos no me demostraban nada, pero sus movimientos corporales sí. Su cuerpo se trato de hacer más pequeño y escondió sus pequeños pies dentro de su vestido sucio. -Vete.-murmuro, creí que era mi cabeza hablándome- ¡VETE!-su grito me sobresalto y las llamas de mi mano se apagaron cuando mi cuerpo reacciono saltando hacia atrás- No sé quién eres y no sé qué quieres de mi; lo único que deseo es poder volver a donde pertenezco y si no lo hago hoy no podré hacerlo nunca más.  Volví a encender las llamas, su voz sonaba temblorosa. -Estoy perdida en un mundo que no reconozco y si no llego a alguna puerta del infierno antes de que todas se cierren moriré... y no quiero hacerlo, así que si vienes a castigarme por estupideces que hacen los demás demonios y tus superiores cuentan para hacernos quedar mal a todos nosotros, no te quiero aquí. Así que vete y llévate tu maldita magia lejos de mi.  Decir que estaba sorprendido era poco. Mi mente maquinaba a mil por hora, no sabía qué hacer, mi cuerpo estaba dividido en dos y no sabía a qué parte recurrir.  La volví a mirar, sus ojos violetas anaranjados me miraban, su cabello n***o volaba con el frío viento, su vestido sucio también estaba roto y sus manos abrazaban su pequeño cuerpo protegiéndolo de algo.  Protegiéndolo de mí.  Refregué mis ojos con una sola mano, frustrado por tener tantas preguntas en mi cabeza, pero hubo una que resonó, ¿cómo se llamaba? Si sabría su nombre, sabría a qué tipo de manipulación me encontraba. -¿Cómo te llamas?-mi voz sonó lejana y temerosa. -¿Por qué te diría mi nombre?  Rodé los ojos y me acerque a ella. Mi cuerpo podría ser una capa muy eficiente para curar su frío, era tan pequeña que parecía una niña. -Solo dímelo y no preguntes.-ordené.  Me habían enseñado tantas cosas, tantos conjuros, tantas rutinas de movimientos para invocar poderes u otras cosas, me habían enseñado tanto... y yo estaba tirando a la basura a la única enseñanza que me impusieron, que me rogaron que nunca desobedeciera.  Al igual que él. -Astarot.-dijo luego de unos minutos mirándome con un brillo extraño en sus ojos.  Lujuria.  Pasión.  Mierda, en que me metí.
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