Ecos de poder

1018 Words
capitulo 10 Liam seguía hablando, arrogante, confiado, ajeno a su lucha silenciosa. Finalmente, con un chasquido sordo, la cerradura cedió. Davina se liberó. No lo pensó dos veces: corrió hacia la salida. Pero antes de llegar, una figura oscura bloqueó su camino. Liam. —¿De verdad pensaste que podías huir de mí? —dijo con una sonrisa cruel—. Este es el destino que nos une, Davina. No hay escape. Davina retrocedió, pero no se rindió. Sacó su varita y conjuró un hechizo de defensa. Una ráfaga de luz lo alcanzó y lo hizo tambalear. Aprovechó la oportunidad y, con el corazón latiendo con fuerza, escapó al bosque. El aire fresco golpeó su rostro, y por un instante, sintió alivio. Pero también sabía que el peligro apenas comenzaba. Mientras corría, los pensamientos se agolpaban en su mente. El miedo. La confusión. El dolor. Y sobre todo, la desesperación de no saber si volvería a ver a Draco. Las lágrimas le nublaron la vista al recordarlo. Su abrazo, sus palabras, su promesa… Se detuvo, respiró profundo y limpió su rostro con las manos temblorosas. Recordó lo que él le había dicho: "Busca a mis amigos". Era su única opción. Con paso firme, aunque aún insegura, se internó en la espesura. —¡¿Hay alguien ahí?! ¡¿Ron?! ¡¿Hermione?! ¡¿Harry?! —gritó con todas sus fuerzas, esperando una respuesta. Y entonces, una voz rompió el silencio. —Davina… estoy aquí. Se giró con el corazón en un puño. Draco estaba frente a ella, acompañado por sus amigos. Lo vio correr hacia ella, y en cuanto la abrazó, todo el dolor se desvaneció por un momento. —Estás a salvo —le dijo Draco con emoción, sosteniéndola con fuerza. Los demás se acercaron rápidamente, preocupados por su estado. Davina les explicó lo que Liam planeaba, el ritual, sus intenciones. Todos entendieron la gravedad del asunto. No había tiempo que perder. —Tenemos que detenerlo ahora —dijo Harry con firmeza. Guiados por Davina, el grupo se dirigió hacia la guarida donde el ritual iba a realizarse. Una atmósfera sombría los envolvía. Sabían que era una batalla peligrosa, pero no podían permitir que Liam triunfara. Al entrar, encontraron a Liam, preparado para comenzar. Su mirada se cruzó con la de Davina y una siniestra sonrisa apareció en su rostro. —Llegaron justo a tiempo para ver el espectáculo —dijo con burla. La batalla comenzó. Hechizos cruzaban el aire como relámpagos, el sonido de la magia resonaba entre las paredes de piedra. Davina, entre tanto caos, sintió un dolor punzante en la cabeza. Todo a su alrededor pareció desvanecerse. Se tambaleó… y el campo de batalla desapareció. Estaba sola. O eso creyó. Entonces, la voz de Liam rompió el silencio: —Veo que por fin despiertas, querida. Ella giró con espanto. Estaba allí, observándola con regocijo. —¿Qué has hecho? —preguntó con la voz temblorosa. Un parpadeo, y el combate volvió a su vista. Pero ya nada se sentía igual. —No te asustes —dijo Liam, apareciendo frente a ella una vez más—. Solo te mostré una pequeña muestra de lo que soy capaz. Davina intentó concentrarse. Canalizar su magia. Pero algo la frenaba. —¿Qué me está pasando…? —Ah… eso. —Liam sonrió, satisfecho—. Si te cuesta concentrarte, es porque mi sangre corre por tus venas. El mundo pareció detenerse. —¿¡Qué!? —gritó Davina, sintiendo un vacío helado en el pecho. —Tu expresión es deliciosa, amor —susurró él, acercándose con la mirada encendida de oscuridad. Con un gesto perturbador, pasó su lengua por una mancha de sangre en la mejilla de ella. —¿Quieres saber cómo entró mi sangre en ti…? —añadió con una voz grave y escalofriante. Davina lo miró con horror, sin saber si lo que acababa de escuchar era real... o una pesadilla de la que aún no había despertado. Finalmente, llegaron a Hogwarts y se dirigieron a una sala privada, donde Dumbledore convocó a una reunión con los profesores y los alumnos que habían participado en la batalla contra los mortífagos. Allí, discutirían los últimos eventos y la desaparición del joven Draco Malfoy y Davina. —Haremos una exhaustiva búsqueda sobre el paradero del joven Malfoy y la señorita Davina, quien se encontraba con él. Aunque no sea alumna de Hogwarts, nuestra preocupación por ella es igual de profunda —dijo Dumbledore, mirando con gravedad al grupo de alumnos. Harry se adelantó, con determinación brillando en sus ojos verdes azulados. —Nosotros también podemos ayudar —dijo, sin poder contener su ansiedad por encontrar a sus compañeros. Dumbledore levantó una mano, transmitiéndoles calma. —Joven Potter, entiendo su deseo de involucrarse, pero deben comprender la gravedad del asunto —dijo con voz firme, aunque cargada de compasión—. Pueden retirarse por ahora. Pero cualquier pista, por pequeña que sea, puede ser crucial. Aunque frustrados, Harry y sus amigos asintieron y se retiraron en silencio. Mientras tanto, Draco seguía en silencio a su padre Lucius por los oscuros pasillos. Su corazón latía con fuerza. Sabía que su ausencia en la reunión de los mortífagos no había pasado desapercibida. —Sabes que serás severamente castigado —le espetó Lucius con furia en la mirada. Draco tragó saliva, nervioso. —Asumiré cualquier castigo, pero deja a Davina y al grupo de Potter en paz —respondió con firmeza, sorprendiéndose a sí mismo por el coraje en su voz. —¿Desde cuándo proteges a Potter? —preguntó Lucius, visiblemente confundido. —Desde hace poco. Haré lo que sea necesario —replicó Draco, preparándose mentalmente para lo que vendría. Al llegar al consejo de los mortífagos, se encontró rodeado por imponentes figuras cubiertas con capas negras y máscaras. El aire se cargaba con gritos, acusaciones y juicios silenciosos. Draco luchó por mantener la compostura. Uno de los mortífagos más leales dio un paso al frente, antes que los demás. —Draco Malfoy, te hemos elegido para una misión secreta. Serás el ayudante de uno de nosotros.
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