Capitulo 4
—La misma pregunta podría hacerte, Zeus —respondió ella, con una ceja levantada.
—Te estaba buscando —confesé, sin rodeos.
—¿Por qué? —su voz bajó a un susurro. Había algo en su tono que me atrapaba, como si cada palabra suya invocara un hechizo.
—Quería verte otra vez, Davina.
Ella se sonrojó ligeramente. Su expresión era dulce, vulnerable, pero también contenía un fuego escondido. Por un momento, todo pareció detenerse. El bullicio lejano del callejón se desvaneció. Éramos solo ella y yo.
Mientras tanto, los rumores sobre Draco Malfoy y Pansy Parkinson recorrían como fuego los pasillos de Hogwarts. Según se decía, Draco había escapado del colegio solo para llevarle flores a Pansy, alimentando el mito de un romance imposible y todos estaban intrigados por la noticia.
Sabían que Pansy era capaz de cualquier cosa con tal de llamar la atención de Draco. Y como nadie lo encontraba por ninguna parte, muchos asumieron que el rumor era cierto.
Gregory y Crabbe, sus amigos más cercanos, no parecían ni confirmar ni desmentir nada. Blaise, en cambio, se mostraba indiferente mientras no lo involucraran. Pero quien sí se notaba preocupada era Astoria. Estaba inquieta, casi triste, imaginando que Draco podría estar viviendo una situación incómoda o incluso peligrosa fuera de los muros de Hogwarts.
Los rumores también llegaron a oídos de Harry, Ron, Hermione y el resto del grupo.
—¡No puedo creer que Draco esté saliendo con Pansy! —exclamó Hermione, visiblemente incrédula e indignada.
—Son tal para cual —rió Ron—. Un par de víboras pegajosas.
—Aunque… —Harry frunció el ceño—. ¿Y si no es verdad?
Fred y George irrumpieron en la conversación, como siempre, con su entusiasmo habitual.
—¡Claro que es verdad! —dijo Fred—. Apuesto a que Pansy es la única que puede soportar a Malfoy.
—Y lo hace con gusto —añadió George, soltando una carcajada.
George rió y despeinó a Ron con fuerza, provocando que este se sacudiera con fastidio.
—¡Ya basta, George! —protestó Ron, molesto.
Hermione les lanzó una mirada severa. George se calmó y soltó a su hermano, quien le dedicó una mirada de agradecimiento a Hermione.
—Gracias, Hermione —dijo Ron, un poco más suave.
Ella le dio un pequeño golpe en el brazo, sonriendo apenas.
—De nada.
—¿Apostamos? —propuso Fred con emoción.
Pronto, todos se animaron a participar, incluso Ginny.
—¿En quién apuestas, Fred? —preguntó Hermione.
—Apuesto a que el rumor es verdadero. Pansy es tan... especial, como para aguantar a Draco —respondió Fred con sarcasmo.
—Yo también digo que es cierto —añadió George.
—Yo igual —dijo Ron.
—Pues yo creo que es falso —intervino Ginny.
Incluso Neville Longbottom y Luna Lovegood se sumaron. La apuesta era clara: ¿era cierto o no que Draco y Pansy eran pareja?
Mientras tanto, en el callejón oscuro, Draco Malfoy —aún bajo el nombre de Zeus— se encontraba frente a Davina, esa misteriosa chica con una mirada que parecía ver más allá de la superficie.
—Dime, Zeus... —susurró ella, acercándose lentamente.
—Tus ojos... parecen iluminarse cuando me miran, Davina —dije en voz baja, intentando controlar mi respiración.
Davina me examinó de arriba abajo, intrigada.
—Me has cautivado, Zeus —susurró, con un tono lleno de misterio.
Sentí que el efecto de la Poción Multijugos comenzaba a desvanecerse. No podía quedarme más tiempo.
—Debo retirarme. Hasta pronto, Davina —me despedí, alejándome con pasos seguros hacia Hogwarts.
Davina se quedó pensativa.
"¿Podría haber algo más entre nosotros?", se preguntó.
Sacudió la cabeza.
—No… es mejor no pensar en eso. Tal vez solo fue una coincidencia —se dijo, camino a casa.
Al llegar, Davina encontró a una mujer esperándola en la puerta. Sabía perfectamente para qué había venido: por el anillo mágico que ella misma había encantado.
—Al fin llegas, Davina —saludó Katherine, la visitante.
—¿Esperaste mucho? —preguntó Davina con una sonrisa.
—Un poco —respondió Katherine, con una leve sonrisa.
—Vamos, pasa —invitó Davina, abriendo la puerta.
—Gracias por dejarme entrar —dijo Katherine mientras pasaba.
—¿Tienes listo el anillo? —preguntó, sentándose.
—Sí, está listo —Davina dejó su bolso sobre la mesa, sacó su varita y conjuró una caja que voló hacia Katherine—. Aquí lo tienes.
Katherine la abrió, admirando la joya que brillaba con un resplandor mágico.
—Wow, Davina… eres impresionante —dijo, colocándose el anillo.
—Gracias, Katherine —respondió Davina, orgullosa de su trabajo.
—Sabes que ahora no te haré daño… por este favor —dijo Katherine, con una sonrisa de medio lado.
—¿Qué? —preguntó Davina, confundida.
—Nada, era una broma —rió Katherine, dándole un abrazo antes de desaparecer rápidamente.
Otra vampira que no me paga… pero que me debe un favor. Quizás un día se lo cobre. Solo espero poder encontrarla cuando llegue ese momento.
De regreso en Hogwarts, Draco avanzaba por los pasillos, notando que todos lo miraban y murmuraban. Se sentía observado, incómodo… atrapado en los efectos de un rumor.
Decidió refugiarse en el único lugar donde sabía que nadie lo buscaría: el baño de Myrtle la Llorona.
—¡Buaaaaah! —se escuchaba desde dentro.
—¡Ay, ya cállate! —soltó, fastidiado. Le irritaba escuchar sus constantes quejas, como siempre.
—¿Estás acá, Draco? —dijo Myrtle, dejando de llorar al verme. Me observó detenidamente con esa mirada suya, lánguida y entrometida.
—¿Te estás escondiendo por el rumor? —agregó, con su típica curiosidad de fantasma.
—¿Qué rumor has oído, cuatro ojos? —pregunté con fastidio, intentando disimular el desconcierto.
Myrtle se retorció las manos, incluso siendo un fantasma, y bajó la mirada.
—¿No sabes nada? —susurró, como si temiera decirlo en voz alta.