Hassan enseguida le lanzó una mirada burlona que prometía represalias verbales y le respondió con dignidad herida:
—Me veía muy bien —insistió, aunque no pudo evitar que una pequeña sonrisa apareciera en sus labios.
Pero enseguida, buscando algo para fastidiar a Salomón en venganza por sus burlas, se dio cuenta de algo que no había notado antes por la premura de contar su historia explosiva. Entrecerró los ojos con la concentración de un detective examinando evidencia, y observó más detenidamente el rostro de Salomón:
—Oye, ¿qué son esas pequeñas marcas rojizas en tu rostro? —preguntó con curiosidad creciente que rápidamente se transformó en sospecha divertida.
Salomón suspiró profundamente, sintiendo cómo su orgullo masculino se preparaba para recibir otro golpe, sabiendo que no podía
