De vuelta al despacho... Las risas que habían llenado el espacio minutos antes se habían desvanecido como humo, siendo reemplazadas por el tipo de silencio denso que precedía a las decisiones que cambiaban vidas... o las terminaban. Salomón se había acomodado hacia adelante en su silla ejecutiva de cuero negr0, con sus codos apoyados y sus manos estaban entrelazadas frente a él con esa precisión militar que adoptaba automáticamente cuando su mente pasaba del modo personal al modo operacional, cuando el amante tierno se transformaba en el estratega despiadado que había construido un imperio criminal con sus propias manos ensangrentadas. Hassan, por su parte, había adoptado una postura que irradiaba masculinidad controlada: sentado en el sofá de cuero con las piernas elegantemente cruzadas

