―Aaaah…aaaah―gemía ella mirandolo sintiendo como la tocaba. Ninguno, solo “Ahmed” podía hacerla temblar así. Él comenzó a trazar círculos lentos, casi tortuosos, sobre el clit0ris de ella, sintiendo cómo el cuerpo de Nina se tensaba y temblaba bajo su dominio. Las uñas de Nina se clavaban en sus hombros, marcando la carne a través de la tela mientras abría su boca por el placer. ―Oh, “Ahmed” Cada movimiento era una danza calculada, un juego de presión y ritmo que arrancaba suaves gemidos de los labios de Nina, sonidos que se mezclaban con el aire cargado de deseo. Salomón, volvió a besarla y sentía la humedad de su excitación la cual cubría sus enormes dedos. Sus bocas chocaban con una necesidad casi salvaje, los labios de Nina devorando los de Salomón con una intensidad que rayaba en

