—¿Vamos a la playa a celebrar? —propuso impulsivamente, sintiendo una libertad que no había experimentado en años. La sonrisa de Emir, amplia y genuina, fue como un rayo de sol atravesando nubes de tormenta. —Sí —respondió simplemente, apretando la mano de su hermana. ―Tomemos un taxi. ―Hoy me siento como de la realeza. Andando en taxis. ―Hay que aprovechar los días buenos―dijo Nina dándole un abrazo mientras caminaban. Minutos más tarde… El taxi avanzaba por las avenidas de Dubái, llevando a Nina y Emir desde los suburbios exclusivos hacia la costa. El interior del vehículo, con su aire acondicionado a máxima potencia, ofrecía un refugio temporal contra el calor abrasador que aún dominaba la tarde. La pantalla del taxi transmitía noticias locales, un flujo constante de imágenes y

