—Mis salvadores —murmuró, extendiendo una mano delgada hacia ellos—. Qué vergüenza, arruiné nuestra tarde de compras. Nina tomó su mano con delicadeza, temerosa de causarle dolor. La fragilidad que percibió en aquel contacto la conmovió profundamente. —No diga eso, profesora —respondió, sintiendo una conexión inexplicable con esta mujer que apenas conocía—. Lo importante es que esté bien. Yo de igual manera… tenia que venir al hospital también por unos exámenes médicos. —Entonces, te di un aventón jaja―bromeó en medio de su dolor― Y por favor, llámame Leila—insistió ella con una sonrisa cansada—. "Profesora" me hace sentir vieja y formal. Y gracias por venir conmigo, no tenían por qué hacerlo. Emir, quien había permanecido ligeramente rezagado, se acercó un paso, con la timidez propia

