Nina se quedó paralizada, y un escalofrío intenso le recorrió el cuerpo desde la nuca hasta la punta de los pies. Sus partes íntimas respondieron involuntariamente, traicionando su miedo consciente. Salomón era un hombre dominante y electrizante; el aire mismo parecía cargarse cuando él se acercaba. El shock de su pregunta personal sobre aquel golpe que Driztan le había propinado la noche anterior, sumado a esa mirada verde y penetrante que parecía atravesar su ropa, y aquel perfume caro que emanaba del magnate, la dejaron completamente muda. «Ay no»―se dijo ella mentalmente, sintiendo cómo sus labios se secaban y se negaban a responder, como si fueran de piedra. A su vez, Salomón deslizó lentamente su mirada por los labios ligeramente temblorosos de Nina, recorriendo cada centímetro de

