Hassan, quitándose la peluca, la chaqueta icónica de Michael Jackson y luego la camisa ne.gra que había estado pegada a su torso por el sudor de bailar, sintió una oleada de calor recorrerlo desde la coronilla hasta las puntas de los dedos de los pies, con su enorme miembr0 de aproximadamente veintiséis centímetros endureciéndose instantáneamente dentro de sus pantalones ante la visión devastadora que tenía frente a él. Sus senos abundantes, el collar de trébol brillando con una L en el medio y la confianza sorprendente con la que se exponía ante él lo dejaron literalmente sin aliento.
—Mierda... eres absolutamente increíble —murmuró con voz ronca cargada de admiración genuina, con sus ojos devorando cada detalle de su cuerpo como si quisiera memorizarlo para toda la eternidad, desde la
