—No sé por qué ustedes los ricos juegan con uno el pobre —continuó Nina, con su voz quebrándose por la emoción—. “Vamos a jugar con esta estúpida porque no tengo nada que hacer. Vamos a jugar al hombre humilde trabajador.” ¿Eso fue lo que hiciste, cierto? ¿Dime, eso fue exactamente lo que hiciste? ¿Jugar conmigo como si fuera un experimento social? ¡Ya di la verdad de una vez! ¡Cobarde!
Salomón seguía callado, mirándola fijamente con una expresión inescrutable que podría haber sido tallada en piedra, pero Nina no había terminado de descargar toda la artillería emocional que había estado acumulando:
—¡Ni siquiera te importó que, si quedaba embarazada estando contigo, estaría preocupada porque quizá el hijo es de otro hombre! —gritó mientras comenzó a golpear su pecho con sus puños cerrado
