Él dejándose jalar el cabello respondió a su llamado silencioso acelerando gradualmente el ritmo, con sus caderas moviéndose con una fuerza controlada pero implacable, cada embestida enviaba ondas expansivas de placer que se propagaban desde su centro hacia cada terminación nerviosa de su cuerpo, haciendo que Nina se estremeciera incontrolablemente y emitiera pequeños gemidos musicales que resonaban en las paredes de mármol del baño como coros angelicales. —Aaaah… aaaah —sus gemidos se volvían más intensos y frecuentes. Salomón, movía sus caderas en un ritmo hipnótico y mientras la penetraba con precisión, inclinó su rostro hacia el de Nina, capturando sus labios hinchados en un beso hambriento y desesperado, con sus lenguas entrelazándose con la misma urgencia primitiva que sus cuerpos

