Hassan se rió con genuina diversión, disfrutando del intercambio familiar de insultos afectuosos. Pero entonces, con esa perspicacia que lo caracterizaba para analizar situaciones complejas, sus ojos se iluminaron con una realización que amenazaba con derribar completamente el ego de Salomón:
—Ya te dije que hablaré con Leila. Es mi mujer ahora. Yo sí la conquistaré como se debe. No como tú disfrazándote y ocultando tus sentimientos —hizo una pausa estratégica, saboreando mentalmente lo que estaba a punto de decir—. Que por cierto, ahora que lo pienso, Nina llegó ante ti amenazada por Soraya, más no ella fue por su cuenta. O sea, fue obligada a pedirte empleo, pero no le gustabas como Salomón, aún le gustaba Ahmed.
La observación cayó sobre Salomón como un martillazo directo al ego. Hass
