—Pues... anoche estaba jugando videojuegos y había una mujer femenina con... con senos grandes. Y me gustó mucho—admitió con una voz que se había vuelto apenas un susurro.
Salomón soltó una carcajada genuina que llenó la habitación de calidez:
—¡Ah! Los videojuegos. Los desarrolladores son diabólicos, saben exactamente cómo diseñar personajes femeninos para captar la atención de muchachos como tú —comentó con humor comprensivo—. ¿Era uno de esos juegos de combate donde las luchadoras tienen... digamos, proporciones muy generosas? Yo también los he jugado.
—¿Sí? —preguntó Emir con sorpresa evidente, no esperando que alguien tan importante y serio como Salomón Al-Sharif compartiera sus aficiones adolescentes.
—Claro que sí. Tengo una consola en uno de mis salones —respondió Salomón con n
