Siguiendo la tradición específica para las hijas, Hassan depositó tres besos ceremoniales en la frente de Fátima: el primero para la protección, el segundo para la sabiduría, y el tercero para la felicidad futura. Era un ritual que su propia hija había llegado a atesorar, uno de esos momentos donde su padre expresaba todo su amor de manera que trascendía las palabras cotidianas.
—Ve con Alá, mi princesa —le susurró con esa ternura que reservaba únicamente para ella.
Fátima sintió inmediatamente cómo la calidez de las bendiciones paternales se extendía por todo su ser, dándole esa confianza que solo venía del amor incondicional de un padre que la adoraba. Era uno de sus rituales favoritos, un momento donde se sentía genuinamente protegida y valorada.
Los dos adolescentes comenzaron a cam
