—¿Cómo? —la palabra escapó de sus labios como un susurro ahogado. Tony soltó su intercomunicador, apartándolo ligeramente de su oreja. Se volvió hacia Soraya, con el ceño fruncido en una mezcla de confusión y preocupación. —El señor Al-Sharif está afuera. Dice que quiere verla —repitió, estudiando cuidadosamente la reacción de su empleadora y amante. En un movimiento tan súbito que resultó casi violento, Soraya atravesó la distancia que los separaba. Sus dedos, con uñas perfectamente manicuradas en un tono rojo sangre, se cerraron sobre la camisa impecablemente planchada de Tony. El tirón fue tan fuerte que varios botones protestaron, amenazando con desprenderse. —¡No menciones lo de la explosión en Jumeirah Heights! —siseó, con su rostro tan cerca del de Tony que podía sentir su alien

