La admisión flotó en el aire entre ellos, un nuevo dolor añadido a la colección ya considerable de pérdidas y decepciones.
—A lo mejor está ocupado, pero no importa... igual... —Emir no pudo mantener la fachada optimista, con su rostro contrayéndose en una expresión de tristeza que reflejaba la de su hermana—. Tampoco ya lo puedes ver.
Aquello provocó una punzada aguda en el pecho de Nina, un dolor físico que irradiaba desde su corazón como si alguien hubiera insertado una aguja directamente en el músculo. La imagen de aquellos ojos amables, aquellas manos gentiles, aquel beso de despedida negado, se superpuso por un instante con la de Salomón, creando una confusión visual y emocional que la desorientó momentáneamente.
Era como si dos fotografías se hubieran fusionado incorrectamente, c
