Nina tragó saliva, con el nudo en su garganta apretándose mientras el pulso le martilleaba en las sienes y el cuello, como si su corazón quisiera escapar de su pecho. Sus ojos se posaron en Salomón, de pie frente a ella, con su figura imponente llenando el espacio con una presencia que era a la vez magnética y abrumadora. «Pues ya empezaste tu trabajo, Nina, ahora… vas a conocer a este hombre como es en la cama» —se dijo a sí misma en un susurro mental, intentando infundirse valor. Sus pequeñas manos temblaron ligeramente mientras se alzaban, movidas por una mezcla de nerviosismo y una extraña determinación. Sus dedos, delicados, con sus uñas cortas y sin pintar, encontraron el primer botón de la camisa de Salomón. Lo desabrochó con cuidado. Uno a uno, los botones cedieron, revelando po

