Nina, aún entre la bruma del sueño y la confusión, se frotó los ojos con el dorso de la mano, intentando enfocar lo que acababa de ver. La imagen de una figura desapareciendo detrás de lo que parecía ser una pared sólida se difuminaba en su mente como un espejismo. «Debo estar soñando todavía»—se dijo, sacudiendo ligeramente la cabeza mientras bostezaba—«Es imposible que alguien se meta por una pared. Seguro fue una sombra o mi imaginación» El cansancio se apoderó de ella como una manta pesada. Su cuerpo, adolorido por la intensidad de los tres encuentros íntimos de la noche anterior, le rogaba por más descanso. Los músculos de sus piernas aún temblaban ligeramente, y sentía una sensibilidad particular entre sus muslos que le recordaba vívidamente cada momento compartido con Salomón a pe

