—Así —murmuró con voz ronca, con sus ojos fijos en la vista que tenía ante él—. Exactamente así tienes que estar para mi, con tu vag¡na bien abierta para... tu rey Salomón. Sus manos se deslizaron desde los tobillos hasta los muslos, separándolos aún más, exponiendo completamente la vag¡na rosada oscura de Nina. Podía ver cada detalle íntimo: los pliegues rosados que brillaban ligeramente con la humedad que ya comenzaba a acumularse, el vello oscuro que enmarcaba su sexo, la forma en que su respiración agitada hacía que todo su cuerpo se estremeciera en anticipación. «¿Ay, no, me la chupar así de rico como anoche?» Sin más preámbulos, inclinó la cabeza y presionó su boca contra ella. El primer contacto arrancó un gemido involuntario de los labios de Nina. ―Aaaaah. Su lengua, cálida

