Con un movimiento fluido y poderoso, Salomón levantó a Nina como si no pesara más que una pluma, posicionándola sobre su hombro derecho en un gesto que combinaba protección y posesión. El contacto con su cuerpo, la sensación de su piel tibia intensificó la excitación que ya pulsaba en su interior.
Simultáneamente, Hassan hizo lo propio con Emir, alzando al adolescente flaco sobre su hombro con la facilidad que otorgan años de entrenamiento físico riguroso. El muchacho, paralizado por el miedo y la confusión, no opuso resistencia alguna como un niño que hacia caso.
Los cuatro emergieron al pasillo, ahora transformado en la antesala del infierno. El humo, denso y tóxico, formaba ya una capa ondulante que descendía lentamente desde el techo como un manto espectral. El calor los golpeó con l
