—Sí —confirmó Salomón lacónicamente mientras evaluaba la distancia hasta la parada del autobús.
«Mierda, esa parada esta bien lejos»―pensó mirando la distancia.
Era un hombre que hacía ejercicio regularmente, con sesiones meticulosamente diseñadas por su entrenador personal en el gimnasio privado de su mansión. Pero esta era la primera vez en toda su vida que andaba a pie por necesidad y con unas chanclas baratas como de hule o caucho sintetico, que jamás habrían tocado sus pies en otras circunstancias. Nunca, desde que nació, había caminado en la calle siempre anduvo en auto. La sensación era extrañamente desestabilizadora, como si hubiera perdido un sentido que daba por garantizado.
En eso, Nina con una sonrisa observó sus pies y le preguntó:
—¿Son cómodas, señor Ahmed? —sus ojos ref
