Ella obedeció al instante, con sus párpados cayendo mientras su respiración se volvía más rápida, anticipando lo que vendría. Salomón se arrodilló en el colchón, que parecía empequeñecerse bajo su presencia, y se inclinó hacia el cuerpo de Nina, con su rostro acercándose tanto que ella podía sentir el calor de su aliento contra su piel. Alzó sus brazos y comenzó a olerla, con su nariz rozando primero una de sus axilas. El aroma era una mezcla embriagadora: sudor fresco del día, mezclado con un toque de desodorante floral que no lograba ocultar del todo su olor natural, crudo y humano. Era un perfume íntimo, ligeramente salado, que lo hizo cerrar los ojos por un instante. —Mmmm, mmmm —murmuró, con su voz grave resonando en la habitación mientras inhalaba profundamente, como si quisiera gra

