―Pues te engañaron porque estoy normal ―respondió su hermana, vertiendo más té humeante en las pequeñas tazas decoradas, el líquido ámbar desprendiendo vapor perfumado―. Ni siquiera un resfriado he tenido en meses. Lo que la anciana de 76 años no podía imaginar era la elaborada red de mentiras tejida a su alrededor. Salomón, con recursos prácticamente ilimitados, había desplegado un equipo entero de hackers para manipular su realidad. La noche del incendio, mientras ella se refugiaba en un modesto hotel, sus hombres habían infiltrado su teléfono mediante un enlace malicioso disfrazado como confirmación bancaria. Con acceso total a sus comunicaciones, aquellos magos digitales habían extraído cada detalle de su vida personal, construyendo una farsa perfecta: perfiles falsos del hospital de

