"Claro que sí señor, se lo enviaré por este medio," fue la respuesta inmediata del médico. Salomón estaba estratégicamente posicionado a cierta distancia de la entrada principal del hospital, en su vehículo lujoso; lo suficientemente cerca para observar sin ser visto, como era su costumbre en situaciones donde su necesidad de control chocaba con su deseo de mantener las apariencias. Hassan ocupaba el asiento del conductor, con sus manos descansando sobre el volante mientras observaba a su jefe y amigo por el espejo retrovisor, captando cada microexpresión que Salomón creía estar ocultando. —Ya está a punto de salir —dijo Salomón después de ver el mensaje, con su voz profunda rompiendo el silencio del interior del automóvil. Sus ojos verdes, intensos permanecían fijos en las puertas de

