Entonces, detrás de aquella puerta cerrada, la dinámica familiar entre Hassan y Fátima revelaba sus complejidades y contradicciones. Hassan era un hombre de contrastes pronunciados: malcriaba a su hija única con regalos costosos y caprichos extravagantes, ahogándola en lujos materiales que compensaban su frecuente ausencia física y emocional. Sin embargo, cuando la reprendía, la severidad de su carácter emergía como una tormenta súbita en el desierto, sin previo aviso y con una intensidad devastadora. Su dedo índice se agitaba frente al rostro de Fátima mientras las palabras salían como dardos envenenados de sus labios: —¿Ves lo que hiciste? Casi me metes en problemas con tu tío Salomón —la acusación flotaba entre ellos, pesada como plomo—. Además, te quitaste el hijab ante ese niño que

