—Tranquila. Solo recuerda, no... discutir con él. Pero tampoco… te rebajes.
Nina sintió el apretón cálido de la mano de Khadija, como un breve momento de consuelo humano antes de enfrentarse a lo desconocido.
—Sí señora —respondió, irguiendo los hombros y levantando ligeramente la barbilla.
Con pasos que intentaban proyectar una seguridad que estaba lejos de sentir, Nina se dirigió hacia la puerta del despacho. El suave siseo de la puerta automática al abrirse sonó en sus oídos como el preludio de algo inevitable. Respiró hondo, llenando sus pulmones del aire frío y perfumado, y cruzó el umbral hacia el territorio de Salomón Al Sharif.
La oficina era un espacio vasto y lleno de lujo, dominado por ventanales que ofrecían una vista panorámica de Dubai. La luz la mañana bañaba la estancia
