Soraya observó a Nina con aquella intensidad característica que solía intimidar incluso a sus empleados más antiguos. Un silencio espeso se instaló en la cocina mientras todos esperaban su veredicto final. Los ayudantes de cocina se movían con cautela, como si temieran que cualquier ruido pudiera alterar el delicado equilibrio del momento. —Mmmm, está bien —respondió finalmente, con su tono deliberadamente neutral mientras seguía mirando fijamente a Nina. La tensión en los hombros de Tony se aflojó ligeramente. Conocía demasiado bien los cambios de humor repentinos de su empleadora y sabía que este aparente consentimiento podía desvanecerse si algo alteraba su estado de ánimo. Después de evaluar a Nina unos segundos más, Soraya dirigió su atención a Tony. Con un gesto sutil pero imperat

