Una chispa de algo que podría interpretarse como satisfacción cruzó la mirada de Salomón. El destino parecía estar jugando a su favor, entretejiendo sus caminos de maneras que ni siquiera él, con todo su poder y recursos, podría haber planeado mejor. ―Yo vivo... ―comenzó, para luego corregirse rápidamente―. Que digo, yo trabajo también por ahí cerca. ―¿Sí? ―preguntó ella, con su rostro iluminándose con genuina curiosidad. Salomón la miró con intensidad a través de sus lentes de contacto. ―Sí ―confirmó con una sencillez que ocultaba la complejidad de sus intenciones. ―¿Y qué trabaja por ahí? no hay fábricas―preguntó ella, inclinando ligeramente la cabeza. «Mierda, inventa algo»― pensó él, súbitamente consciente de lo improvisado de su plan. Lo que había comenzado como una simple mis

