—Pasen, la señora se está arreglando —explicó mientras cerraba la puerta tras ellos—. ¿Ya desayunaron?
—Sí —respondieron, aunque el pequeño manakish que habían compartido difícilmente podría considerarse un desayuno adecuado.
—¿Quieren un jugo fresco y fruta? —ofreció, notando la reserva en sus respuestas.
—Sí, está bien —aceptaron ambos simultáneamente, intercambiando una mirada cómplice ante la perspectiva de comida adicional.
Tony los guió hacia la cocina, un espacio amplio y reluciente con electrodomésticos de acero inoxidable y una enorme isla central de mármol. Les indicó que se sentaran en los taburetes elegantes que bordeaban la encimera mientras él comenzaba a preparar el desayuno de su señora.
Con la precisión de un chef profesional, sacó diversas frutas exóticas del refrige
