—Giselle por última vez, sal de colche o te dejó un mes sin salir.
Solté un insulto por lo bajo y mosqueada salí del coche. Caminamos hacia la casa o mejor dicho "mansión" de los Weels. Al desgraciado de mi marido no le faltaba dinero. Un segundo... Lo que es de él.. También es mío ¿no? Solté una carcajada al ver que de un día para otro me había forrado.
Mi madre se me quedó mirando como si su hija necesitará un psicólogo.
Dejé de reír y recordé que tenía una cena con mis "suegros", así que me puse seria.
Ding, dong. Nos abrió la puerta lo que venía a ser una doncella vestida de n***o y blanco.
—Bienvenidas, el señor y la señora Weels les esperan en el salón.
Le dimos nuestro abrigos finos de primavera y caminamos por aquel entorno moderno y terriblemente caro que nos dejó mudas.
—Menudo partido —comentó mi madre guiñándome un ojo.
Sigo pensando que no hay ninguna que supere el sarcasmo de mi madre.
—Madeleyne —dijo la madre de Logan levantándose del sofá donde a su lado estaba el señor Weels—. Giselle —se dirigió a mí.
—Encantada —solté tímidamente.
Al parecer la madre de Logan, Bridgett, y mi sarcástica madre eran grandes amigas y solo se conocían de un día.
—¿Queréis algo de beber?
—Yo tomaré una copita de lo que estas tomando ¿y tú Gissy?
—¿Quieres una coca-cola?—insistió Bridgett.
—No, gracias, tomaré un vaso de agua no me gusta la coca-cola.
Dirigí mis ojos kiwi hacia Logan, estaba sentado en el sofá ignorando a sus invitadas. Menudo maleducado.
—¡¿No te gusta la coca-cola?! Vaya que coincidencia, mi Logan también la detesta.
Al parecer algo tenemos en común aparte del apellido.
Tomamos asiento en la mesa central de comedor y la asistenta, sirvienta o lo que fuera nos sirvió la cena. Había que admitir que la comida estaba a un gran nivel, mi madre era una inadaptada para preparar tales manjares.
Lo que más me molesto fue que me colocarán enfrente de mi maridito. Tenía la mirada gacha como si no se atreviera a verme.
—¿Y a qué universidad piensas ir Giselle? —preguntó el padre de Logan con tono serio.
Su padre parecía el típico hombre negocios que buscaba lo mejor para su familia.
—Lo cierto es que aún no tengo pensado a dónde ir.
Todas las ojos de la mesa —inclusive los de Logan— se posaron en mí.
—¿A estas alturas? Si enseguida terminará el curso —dijo el señor Weels extrañado.
—Freddie —lo paró Bridgett.
—¿Qué ocurre?—se dirigió a su mujer—. Tengo derecho a saber con quién se ha casado mi hijo.
¡No lo podía creer! Al parecer no estaba a la altura de la prestigiada familia Weels. Como si su hijo fuera una joya no te jode.
—Yo... Necesito ir al baño —mentí con na intención de huir de aquel ambiente incómodo que se había creado.
—Claro, cielo. Logan, por favor, acompaña a Giselle al baño.
Este quiso reprocha,r pero no tuvo otra que hacer caso a su madre. Me guió por la mansión hasta llegar al baño. Lo señaló con la cabeza y yo entré mientras le oía decir:
—Date prisa, no me gusta hacer de niñera.
Cerré de un portazo soltando un suspiró de alivio. ¿Y ahora qué? Me negaba a pasar un segundo más en esa casa y con el maldito de marido.
Mis ojos se posaron en la única esperanza de libertad. Una ventana que daba al jardín delantero. La abrí sin hacer demasiado ruido y salté. Caí de bruces contra los arbustos que provocaron que se llenará de hojas mi larga cabellera. Parecía un auténtico arbusto cabreado pero libre.
Me iría a casa andando y si tenía que pasar un mes castigada lo pasaría.
Un coche se abrió paso por la carretera privada que daba a la mansión. No era un coche cualquiera, era un pedazo de carro rojo que se detuvo frente a mí. Los focos de este me cegaron y apenas fui capaz de ver una silueta femenina salir de coche.
—¿Tú quién eres? —me preguntó poniéndome cara de asco.
Le devolví el gesto al ver que vestía como un auténtico putón. Era una chica de pelo n***o ondulado y flequillo conjuntado con unas extensiones que la hacían parecer la reina de la selva. La llamaremos la «leona».
—Soy la señorita Weels.
—No sabía que Logan tuviera una prima.
Como me imaginaba, la leona venía a ver al desgraciado de mi marido. Aproveché la situación para devolvérsela a Logan.
—Oh no te equivocas, él y yo afortunadamente no poseemos el mismo ADN. Yo soy su mujer ¿no te lo esperabas verdad?
Abrió los ojos atónita.
—Ya sabes, estamos casados, pensé que te lo había contado. Yo me encargó de hacerle la cena y por supuesto que hago su colada. Somos un matrimonio basado en la confianza y el amor mutuo.
Reconocerse que me reía a carcajada suelta por dentro. Soy malvada.
—En ese caso dile que ya le llamaré —dijo ella retrocediendo hacia su coche totalmente incómoda—. O mejor, no le digas que vine.
—Claro —sonreí despidiéndome mientras movía los dedos de mi mano.
—¡Alysha!— la llamó desde la puerta Logan.
Esta se detuvo y esperó a que Logan llegará a nuestro encuentro.
—¿Estáis casados?—quiso saber la leona.
—No la hagas caso, es una acosadora que tiene problemas en la cabeza — dijo refiriéndose a mí.
Será cretino.
—Adiós Logan, ya hablaremos del asunto.
La leona se subió a su carro y arrancó marchándose lo más rápido que pudo.
Logan parecía más tranquilo de lo normal.
—¿No vas tras ella?
—Ya vendrá ella a mí —se mostró orgulloso.
Un nuevo coche se internó y aparcó frente a la mansión. Era un coche de policía. De él salieron dos policías y se dirigieron a nosoros.
—Logan Weels, quedas detenido.
Un poli sacó unas esposas y en menos de medio segundo mi marido estaba dentro de un coche patrulla.
Antes de disponerme a reírme de Logan sentí el contacto de unas esposas contra mis muñecas.
—Tú también preciosa.
—¡¿Qué?! ¿Por qué?
—Por cometer un delito.