Marco la llevó al dormitorio después de que Laura empezara a dormitar en el sofá de su oficina.
Cuando la acostó en la cama, la besó, llevaba tanto tiempo albergando el deseo que sentía por ella que deseaba permanecer dentro de ella durante horas, decorando los contornos y la temperatura de su cuerpo. Esa mujer era suya, y nadie se interpondría entre ellos. Todavía quería golpear a Pedro al menos, pero el niño no tenía la culpa y Laura se lastimaría si lastimaba a su protector. Y no quería que ella sufriera con él, no ahora que finalmente la había hecho suya en todos los sentidos. Lo volvería loco si ella se encerrara en un caparazón y lo mantuviera alejado.
Se arrodilló a sus pies.
- ¿Cómo está el dolor, cariño?
- Mejor.
Sus ojos brillaban, Laura no sabía que los ojos de un hombre pu
