DOMINIKA
— Domi, es hora de salir, hija. Damiano ya está esperando en el altar —. Me anunció mi mamá, que estaba esperando impaciente con mis damas de honor. Era la primera chica de mi generación que estaba contrayendo nupcias, y era la envidia de mi círculo.
Había entablado una relación con Damiano Pla, uno de los empresarios más codiciados de toda la ciudad, y me atrevo a decir, de todo el país. El maquillista me dio un último retoque en los labios para dejarlos muy en un color rosado que hacía resaltar el grosor. Me vi al espejo y supe que estaba a punto de ser la señora Dominika Pla.
Salí de la habitación hacia la sala de estar donde las mujeres me estaban esperando.
— ¡Estás preciosa, Domi! — dijeron varias de mis amigas al mismo tiempo.
— De verdad que te has casado con el mejor hombre de todo el país.
Y coincidía con eso. Damiano era ese tipo de hombre de cuento de hadas que toda mujer deseaba tener en su vida.
*
La ceremonia era un sueño hecho realidad. Flores blancas caían en cascada desde los arcos que habían puesto a los lados, como muros improvisados. Le había pedido que la boda fuera en la playa, y así lo hizo. El clima era perfecto, y mi vestido de diseñador lucía como un diamante rosa en medio de todo aquel esplendor. Me había consentido con todos los caprichos que le había pedido.
Mientras caminaba hacia él, tomada de la mano de mi papá, pude ver la enorme sonrisa que se le estaba dibujando en los labios. Sentí un revoloteo de catarinas en el vientre al ver que Damiano estaba tratando de contener las lágrimas de felicidad. Sentí lo mismo.
— Estás preciosa, Domi —Su voz entrecortada hizo que mi corazón palpitara de prisa, por la emoción de que pronto sería su esposo.
— Te entrego a lo más sagrado de mi vida —. Dijo mi papá orgulloso de nuestra unión.
— La voy a cuidar como a mi vida misma —. Respondió Damiano limpiándose las lágrimas con la palma de su mano.
La ceremonia comenzó, y yo estuve todo el tiempo tomada de la mano de mi casi esposo, pues lo sería por completo una vez que termináramos de firmar los documentos. Durante todo el evento, los murmullos de los invitados eran inevitables.
— Es el hombre ideal.
— Siempre tan atento, tan caballeroso.
— Domenika es afortunada.
Y lo sabía. Lo sabía, porque Damiano nunca fallaba en recordármelo. Me abría la puerta del auto, se aseguraba de que mi copa siempre estuviera llena, y nunca dejaba de decirme lo hermosa que era, incluso cuando llegaban esos días que las mujeres odiábamos, y lo único que quería era estar en la cama porque me estaba desangrando.
Cuando el cura pidió los votos, Damiano sostuvo mi mano con tanta suavidad, que parecía temer romperla. Sus palabras me mostraron devoción, una devoción que no creí merecer; sin embargo, dejé que lo hiciera.
— Prometo amarte, cuidarte y hacerte feliz hasta el último día de mi vida. Eres mi razón de ser, Domenika —. La sinceridad en su voz hizo que los ojos de más de un invitado se llenaran de lágrimas.
Me sentí la mujer más afortunada del mundo.
Cuando llegó la parte de “puedes besar a la novia”, me abrazó y me inclinó hacia atrás para besarme.
— Te prometo que esta será la mejor etapa de nuestras vidas —. Me sonrió, sonreí, y así empezó este cuento perfecto.
*
Ahora me encontraba en la tina cinco años después, dejando entrar a este hombre en mí, para que se saciara de mí mientras la culpa me carcomía por dentro. Cerraba los ojos y pensaba en Alejandro, en la manera en como se había movido dentro de mí, sus palabras llenas de lascivia, la manera tan sucia de tomarme y sacudir mis caderas hasta el org**asmo.
Dejé que terminara dentro de mí y nos fuimos a dormir. No pude dormir. Mientras Damiano se encontraba roncando a un lado mío, yo me estaba cuestionando el porqué lo había traicionado. Su rostro perfecto era angelical. Si la gente supiera de mi traición, sin duda se pondrían de su lado.
El hombre era perfecto a ojos de los demás, y cualquiera que viera mis fotografías de la boda, verían lo enamorada que estaba de ese hombre. Sin embargo, hoy tenía motivos para no serlo. Era demasiado perfecto, seguía siendo un caballero conmigo, pero había algo que no me dejaba ser feliz.
Me limpié las lágrimas de inmediato cuando escuché sonar su alarma porque tenía que irse a trabajar. Fingí estar dormida cuando él abrió los ojos. Sentí la suavidad de sus labios sobre los míos antes de que se levantara del colchón. Tomó un baño, y yo me obligué a levantarme de la cama, para empezar mi día, otra vez.
— Cariño, te ves fatal ¿Estás enferma? —Entró a la cocina y se sentó a la mesa para desayunar. Le puse los huevos estilo oriental que había marinado dos días antes y la avena que me pedía con crema de cacahuate.
— Estoy un poco resfriada —. Mentí.
— Se te ven unas ojeras fatales, ¿por qué no vas al spa? —Comenzó a comer mientras yo ponía la licuadora a trabajar para su jugo verde—. Le voy a decir a mi asistente que te haga la cita a mediodía. Es probable que sea estrés.
— No es necesario, Damiano, me puedo tomar algo para la gripa y ya está —. Serví el jugo en dos vasos y me senté frente a él. Me vio fijamente, y me cambié de lugar, a su lado, donde siempre quería que me sentara.
— No. Insisto, ve a consentirte. Te voy a mandar al chofer para que te lleve —. Me guiñó un ojo, y yo me aguanté el coraje ¿Por qué tenía que ser así? —Paquita viene a partir de la próxima semana. Así ya puedes descansar de las labores del hogar.
Nos levantamos de nuestros lugares y recogí de inmediato la mesa. Lo acompañé al vestíbulo, donde tomó su saco y su tableta electrónica. Fui detrás de él y me despedí con un beso.
— ¿Por qué no buscas algo que hacer en el club para que te relajes un poco? —Me preguntó.
— Pues, estaba pensando que tal vez podría retomar mis estudios —. Le sugerí.
Me sonrió.
— Si los quieres retomar, podríamos hablar con calma, cuando regrese de trabajar. Quiero que mi esposa esté en la mejor escuela —. Se despidió con un beso en los labios, antes de subir a su auto e irse a la oficina.
Me quedé en mi casa, sola de nuevo, y el aburrimiento me empezaba a pegar durísimo.
*
Me pasé gran parte de la mañana haciendo limpieza extrema en un intento de distraer mi mente de lo que había hecho la tarde anterior, hasta que tocaron el timbre.
— Mierda —. Mascullé entre dientes. No me había acordado de que Damiano me iba a mandar al chofer, por lo que corrí por mis cosas a regañadientes y me metí en el auto cinco minutos más tarde. A mi marido le gustaba la puntualidad y yo no podía mostrar que estaba distraída.
— Señora Pla, bienvenida. Su esposo habló en persona y nos encargó que la consintiéramos lo mejor posible —. Era cliente frecuente del spa. A mi marido le encantaba mimarme con este tipo de tratamientos, para que la piel siempre se viera lo mejor posible.
— ¿Mi esposo? —No me sorprendía.
— Sí, nos dijo que especialmente tratáramos las ojeras. Le preocupa mucho que no esté durmiendo bien —. Parecía que la encargada del spa tenía un aire soñador cada vez que hablaba de mi marido—. La verdad es que hoy en día no hay hombres como él. Corrió con mucha suerte, señora.
No dije nada ante el parloteo de la encargada. Tan solo me dejé guiar hacia una de las cabinas donde empezarían mis tratamientos de belleza. Me estaba desnudando en la cabina para ponerme una bata y que me dieran mi masaje relajante, antes de empezar con los tratamientos de la cara, cuando la pantalla de mi teléfono se iluminó.
ALEJANDRO: Domi, sé que lo de ayer se nos fue de las manos al pasarnos de copas, pero me acuerdo de cada detalle de lo que hicimos. Sé que eres una mujer casada, pero no puedo evitar dejar de pensar en ti. Eres increíble, y me gustaría que esto se volviera a repetir en algún otro momento. Espero que sea pronto.
Me dio un retorcijón de estómago y fue una suerte que estuviera sola en ese momento. Mis manos temblaron al ver el mensaje del hombre. Temía perder el control.