ERIK
Me paré frente al vidrio grueso que me separaba de Verónica, sintiendo una mezcla de repulsión y rabia acumulada en mi pecho. Ahí estaba ella, la mujer que me había destrozado la vida de tantas formas, y todo por mi estupidez.
Vestida con el uniforme beige de la prisión, su cabello oscuro recogido en un moño descuidado y una expresión de tedio mientras tamborileaba los dedos sobre la mesa. La expresión altanera no había cambiado. Lo único que había cambiado en ella, era su rostro, que estaba demacrado a causa de los tratamientos caros en la cara.
Parecía que la cárcel la había envejecido diez años más. Sentí tanta repulsión por ella, que de no ser por el cristal entre nosotros la habría terminado ahorcando con mis propias manos.
— No esperaba verte por aquí, Erik —. Me dijo Ver
