Capítulo 4 (Parte II): Las vidas rotas

1173 Words
DOMINIKA Me sentía aturdida, perdida, temerosa. ¿Qué había pasado? Respiré hondo. Uno, dos, tres, cuatro. . . Respiro de nuevo. Cinco, seis, siete. . . Sentí que escuché el agua de la regadera. . . Ocho, nueve, diez. . . Estaba viva. Me vi de nuevo en el espejo e intentando mantener la calma, sin mucho éxito, traté de entender lo que estaba pasando. La sangre no era mía. Damiano nunca prendió la luz, y yo tampoco lo hice por obvias razones. No quería que me viera huir, por lo que todo lo hice en completa oscuridad. Tuve que examinar mi cuerpo. Solo había sido una mancha en el abdomen, pero fue lo suficiente grande para teñir el agua de ese color anaranjado ¿Cómo había llegado esa mancha ahí? No recordaba que Damiano se hubiera quejado. . . Me dolía la cabeza. El amanecer estaba pegando al cielo y yo estaba bastante conmocionada. Prendí el teléfono y lo puse en modo avión de inmediato. Volví a ver el mensaje de Alejandro, esa frase estaba resonando en mi cabeza. “No olvides que, hasta en la peor oscuridad, el Conde encontró su luz.” Tragué saliva. En mis conclusiones más retorcidas, por un momento pensé que esa sangre podía ser de Alejandro, pero no se me ocurría una idea de cómo pudo haber llegado hasta mi abdomen. Debía ser de Damiano, y si era así, entonces algo había pasado con él. Actuó muy extraño. Me tomé una foto con el abdomen y los restos de la sangre seca, desnuda frente al espejo, y volvía a ver por última vez el mensaje de Alejandro y memoricé su número antes de apagar el celular. No quería que Damiano me rastreara por ninguna parte. Me apresuré a bañarme con los nervios de punta, pues no tenía ningún lugar a donde ir, y si contactaba a mi familia, ellos me entregarían a mi esposo malvado sin pensarlo un segundo. Tenía que saber qué haría en los siguientes días, a dónde iría. Tenía que contactar a Alejandro, era mi única oportunidad de que las cosas me salieran bien esta vez. No sabía por cuál delito mi esposo me quería inculpar. De lo que sí estaba segura es que si él me encontraba de nuevo, mi vida no sería la misma. Las cosas empeorarían y yo no sabía si iba a sobrevivir o no. Durante todo el tiempo estuve al pendiente de las noticias en la televisión por si había alguna nota de mi desaparición, pero todo fue normalidad. Era muy arriesgado hacer una llamada a Ale en el hotel, por lo que me obligué a salir del hotel y buscar un teléfono de monedas. Era arriesgado, sí, pero tenía que hacerlo. *** ERIK Abrir los ojos y ver la luz de un techo blanco no era lo que había planeado para el final de mi día. Siempre me reservaba los fines de semana para Mark. . . Mierda, Mark. Intenté pararme, pero el dolor del cuerpo me detuvo por un momento. La punzada pasó y que estaba conectado a una intravenosa. La cabeza me daba vueltas y lo único en lo que pensaba era en mi hijo. — Señor, le pido de favor que no se levante —. Escuché la voz de una enfermera. — No voy a estar aquí. . . —Me volví a levantar, intentando quitarme la intravenosa. — Señor, por favor —. Intentó detenerme. — ¡No lo entiendes! ¡Se llevaron a mi hijo! —Grité desesperado— ¡No puedo estar aquí perdiendo el tiempo! — ¡Señor, por favor! —Volvió a decir la enfermera tratando de que me dejara en paz. En medio del forcejeo, la puerta de la habitación en donde estaba se abrió sin previo aviso. Un par de policías entraron junto con el doctor a cargo. Vi que la mujer respiró aliviada al ver que había llegado el apoyo. — Señor, permítame presentarme, soy el detective Lancaster, encargado de su caso. — Se llevaron a mi hijo. Tengo que irme —. Dije con una pu**ta desesperación con la que no podía lidiar. — Señor, le pido que se tranquilice, estamos aquí para ayudarlo. Vamos a recuperar a su hijo —. El detective Lancaster no tenía idea de que la vida se me estaba yendo. No sabía dónde estaba mi hijo, si estaba bien, si nunca más lo vería. Ese niño era mi vida— ¿Cuál es su nombre? — Erik Voinescu —. Fui consciente de que tenía mi cartera en la bolsa de mi pantalón. — ¿Me podrías decir lo que ocurrió? Hemos investigado algo, pero necesito la versión de tus hechos. Le conté todo a grandes rasgos. Me urgía salir de ahí. Mientras los segundos pasaban significaba que más lejos estaba de mi hijo. Me aterraba el hecho de no volverlo a ver. — Necesito irme ahora —. Le dije tan pronto terminé mi declaración. — Señor Voinescu, entiendo su desesperación, pero debe calmarse. Estamos aquí para ayudarlo —. Me quedé quieto por la frustración que me estaba despedazando. Tenía ganas de gritar y despedazar a todo lo que se me pusiera enfrente. —Dígame que saben algo —exigí, mis puños cerrándose sobre las sábanas. Lancaster suspiró y revisó una libreta antes de hablar. — Encontramos la camioneta en la que su hijo fue visto por última vez —. El aire se me atoró en la garganta. — ¿Dónde? — Fue lo único que me importaba. No estaba siendo consciente de los golpes que los tipos me habían dado. — Se dirigía a Charlotte. Charlotte. Mi mente empezó a conectar los puntos a la velocidad de la luz. Charlotte no estaba tan lejos, pero tampoco tan cerca. Tenía que irme a la brevedad. No lo pensé dos veces. Arranqué la intravenosa de mi brazo. — ¡Señor, por favor! —exclamó el doctor, intentando detenerme—. Por favor, necesita los analgésicos. Tiene varios golpes. . . Lancaster se acercó con las manos levantadas en un intento de calmarme. — Entiendo que quiera actuar, pero necesitamos hacerlo de forma adecuada. Tenemos un equipo siguiéndole la pista. No era suficiente. —Voy a encontrarlo yo mismo —. Dije, con la voz más firme que había usado en mi vida. Me levanté tambaleándome. Los policías intentaron intervenir, pero un solo vistazo bastó para que supieran que nada me iba a detener. Lancaster frunció el ceño. — Si se va ahora, estará en peligro. — Mi hijo es el que está en peligro. Soy un padre desesperado por encontrar a su hijo. No me pueden decir que me espere aquí cuando cada maldito segundo cuenta. Los miré a todos con una determinación salvaje. Nadie iba a frenarme. Mark me necesitaba. Apreté los dientes y me moví. Nadie se interpuso. Me aseguré de robarme un abrigo en el pasillo antes de desaparecer. El dolor era lo de menos. Lo importante era llegar a Charlotte.
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