Capítulo 2

1960 Words
Audi viste un conjunto de chaqueta y falda que se ajusta de manera perfecta en aquel cuerpo de diosa; calza unas zapatillas muy altas que la hace ver impresiónate con respecto a su altura   natural, de un metro setenta y dos, estas zapatillas hacen juego con su costosísimo bolso de mano. Se encuentra en su oficina hablando por teléfono y se siente un poco conmocionada por las palabras de su interlocutor. —¡No me acoses Adiel! —  dijo la dulce voz de la mujer, era engañosa y muy sutil —  sabes mejor que nadie cuánto deseo apoderarme la empresa Vitalcar.  Pero todo es a su tiempo tengo al maldito de Raúl pisándome los talones. Él anda buscando la forma de desenmascararme ante su hermano. Él sabe que no soy de fiar. El hombre de la línea solo bufó   en un enorme suspiro. —Tranquila, todo está cubierto— dijo la voz a través de la línea telefónica— pronto nos desharemos de él.  Después de la boda, él y  su hermanito estarán bien muertos. Él lanzo una carcajada que molesto a la mujer. La mujer golpeo el escritorio con fuerza y rabia al oír lo que no quería que pasara tan pronto. —¡Te dije muy claro que sería después de la luna de miel! —sonrió con perversidad. —“No me quiero perder ese viaje a Grecia y Europa”— pensó la mujer. A través de la línea se escuchó un resoplido de enojo. —Pues, no aceptó   eso.  ¡Ya estoy harto de que tenga que tomar las sobras que deja él cada día!    ¡No te quiero ver ni saber que estás con él nuevamente! —  resopló el hombre furioso. Ella se levantó de la silla donde se encontraba sentada y furiosa retacó. —¡Pues te aguantas! —le gritó —no voy a perder lo que he logrado hasta el día de hoy. —No me provoques Audi    o adelantó lo que tengo planeado para esos malditos. Ella dejó salir el aire y con furia colgó el teléfono. —¡El muy maldito cree que va a arruinar mis planes de venganza! El juez Cárdenas condenó a 60 años de prisión al padre de Audi por   enriquecimiento ilícito y conspiración para matar.  Ella culpaba al juez por aquella condena que según ella era algo injusta. Aquella condena la llevo a una pobreza que no deseaba y que no merecía. Ahora, tenía a los Cárdenas en sus manos,  al menos al mayor.  Lo había manipulado de tal manera que él jamás se había dado cuenta de sus verdaderas intenciones. Sonrió al recordar todo lo que había hecho hasta el momento. Lo enamoro y lo sedujo. Ella era muy buena en las artes del amor, su madre una prostituta de renombre le ayudo en aquellas faenas, enseñándole cómo manejar a un hombre en la cama. Y lo prendió   ella  por ahí. Él carecía de amor y mimos y esto le ayudó mucho. Volvió a sonreír y sus ojos verdes azulados brillaron con tal intensidad que podría haber cegado a cualquiera. En pocos días sería la esposa del flamante millonario y muy pronto la viuda de aquel rico empresario; sólo había un problema, Raúl. Sí Raúl no estorbara en su camino y en sus planes lo más seguro es que ella ya fuera    una   joven viuda y  muy   rica.   El joven, hasta hoy   había logrado interponerse entre ella y su hermano dificultando y atrasado sus planes. En esos momentos sonó el teléfono de la oficina sacándola de su profunda meditación. —Diga —dijo con voz suave y una sonrisa hipócrita en el rostro al oír que Sebastián la necesitaba en su oficina.   Sebastián siempre la llamaba a su oficina y ella con maña y encantó lo seducía y lograba que él le hiciera el amor.  Sonrío complacida de sí misma.  El sexo   era el único sentimiento que la ataba a él, sólo sexo y una dulce venganza que tenía planificada desde mucho tiempo atrás. —El señor Cárdenas la necesita en su oficina—dijo la nuevamente secretaria de manera eficiente. —Gracias Mel —dijo la joven. Quería tener a todo el mundo en sus manos. —Por favor, Melanie— respondió   la mujer a secas. Estas recias palabras la enfadaron más. —¡Maldita perra! — dijo Después de colgar el aparato— apenas   me casé te voy a echar de mi empresa. Rápidamente se dirigió al baño y se acicaló   un poco para poder ir a presentarse en la oficina de Sebastián. Arreglo su largo cabello de tonos miel. Se miró y con ojos críticos se analizó en el espejo del baño y sonriendo salió con dirección a la oficina de Sebastián. Estaba radiante de felicidad pronto se casaría con Sebastián. Camino con el mentón erguido por el pasillo y al llegar   a la oficina se encontró con la pelinegra secretaria que pronto pondría en la calle. Le sonrió suspicaz. —Hola, Melanie— dijo —¿Puedo entrar? — pregunto solo por cortesía. —Si señorita, él la espera— Respondió la mujer sin dejar de mirarla a los ojos. Su rostro estaba pétreo.   Pero ahora, el ambiente estaba tan tenso y filoso que el mismo aire de la oficina podía cortar cualquier papel de seda. Las palabras de Sebastián la golpearon con tal brusquedad, era algo que ella en ningún momento se imaginó.  Estaba horrorizada escuchando las palabras él. El cuerpo se le tenso, sintió como una ráfaga de calor le llenaba el rostro. Ella había llegado a la presencia de él muy ilusionada de que todo estaba bien pero ahora la cuestión era otra. Se le quemaban las neuronas por pensar rápidamente en lo que debía hacer antes de soltarse de la espalda de Sebastián. Se mordió el labio. —“Ya sé”— pensó y sonrió perversamente —¿Estás segura de que esto es lo correcto? — le volvió a preguntar él al sentirla tensa y que aún se mantenía en silencio abrazada a su espalda — ¿No estamos apresurando las cosas? Ella perdió el color. Por un momento pensó que había escuchado mal. Todos sus planes se estaban arruinando. —“Maldito, Raúl” – pensó. —¿Qué quiere decir? — preguntó ella con los brazos tensos aun abrazaba por la espalda, se fue separando poco a poco y comenzó a caminar hacia atrás. Él se giró y la miro a los ojos.  Ella siguió caminando hacia atrás sin dejar de mirarlo a los ojos. De repente los ojos verdes azulados brillaron contenciosos y borboteaban llenos de ira. Él en silencio la miró y vio cómo se transformó en alguien muy diferente, esto acrecentó la duda que estaba en su corazón. —¿Crees que sea correcto casarnos?  Apenas llevamos unos pocos meses de conocernos y yo no conozco a tu familia... Ella se apartó un poco más de él no daba crédito a lo que estaba escuchando en este momento. “Maldito” pensó la mujer furiosa, ahora tendría que buscar la forma de hacerlo cambiar de idea. —Amor, yo te dije que mi familia está viajando por América y vendrán para nuestra boda, ya mi hermano Adiel confirmo esta mañana que va a llegar en las horas de la mañana. Además, nos casamos en menos de veinticinco días y   me vas a salir con esto—  la dulce voz se quebró por el eminente llanto  que estaba por salir de la fuente — Sebastián Yo te amo ¿Cuál es tu duda? ¿Acaso he hecho algo malo? — dice ahogada por el llanto. Sebastián que no soportaba ver llorar a una mujer y se arrepintió por sus palabras y por la dureza de corazón.  Era la maldita duda que le había sembrado su hermano en su mente y que rápido llego a su corazón. Era eso, eso que lo   hace reaccionar así. Suspiro incómodo. —No te pongas así —dijo y se acercó a ella lo que aprovecho está para refugiarse entre sus brazos y lloró. Esta era la manera para poder quebrarlo. Ella sabía cuánto el amo a su madre y esta lloraba continuamente por el dolor de aquella dolorosa enfermedad. Así que él viera a una mujer llorar lo quebraría. —Lo siento, tal vez sea aprehensión.  Nunca me he casado. “Al menos realmente”, pensó Sebastián en silencio al recordar un evento en el pasado cuando se casó con una joven estudiante de fotografía para un trabajo de la universidad de su hermano Raúl y de ella misma. Esta vez sí se casaría en serio y no de mentira. —Yo te amo con locura— exclamó la mujer — no soportaría tu rechazo ni tu abandono. Sebastián la abrazaba muy pensativo por las palabras de su hermano que aún no dejan de martillar de incesante su cabeza haciéndolo dudar cada vez más. —Lo sé –dijo.  Hasta ese momento él se percató que nunca decía   palabras de amor a la mujer que tenía entre sus brazos. Ni aún aquellos momentos tan apasionados él le decía un te amo. —¿Si nos vamos a casar? — preguntó esperanzada la mujer en medio de sollozos. Él suspiro profundo para aplacar su remordimiento y su dudas. —¡Claro que sí! — sonrío y la beso en la frente. Un beso que él sintió frío y muy castro para hacer un hombre enamorado. Ella Suspiro y sonrío feliz. —Si quieres podemos adelantar la boda— dijo él.  Ahora   se sentía fatal por hacerla llorar   —no hay ningún problema. Los ojos de la mujer brillaron de felicidad y ella tampoco quería ocultarla. —¡En serio amor! — casi grito y su sonrisa le iluminó el rostro— ¡Te amo! ¡Estoy muy feliz! Ella acercó   la boca a la de Sebastián e introdujo su lengua para lograr excitarlo y Sebastián se dejó hacer y le respondía, pero sin pasión. Ella con sus manos sedosas acariciaba el pecho y comenzó a desanudar la corbata negra. —No.  Ahora no—  dijo Sebastián tomándole las manos para detener aquel movimiento. Ella se sorprendió por el rechazo. Era la primera vez que pasaba desde que ella lo llevo a la cama con sus mentiras y engaños. —¿No quieres que hagamos el amor? —ella lo miraba con un brillo en sus ojos verdes azulado. Él la miro a los ojos y no sintió ningún deseo y esto le molestaba, también le preocupó mucho. —No es eso, lo que pasa es que tengo una reunión con Leandro— le explicó mientras ponía espacio entre los dos. Ella al oírlo se tensó, él solo llamaba a su abogado para casos importantes. —¿Pasa algo malo? —lo miro a los ojos como si así quisiera saber lo que él pensaba. Lo veía acercarse al gran escritorio de madera negra. Él simplemente sonrió al verla tan confusa. —No. No pasa nada.  Sólo quiero arreglar unos asuntos y a la vez pedirle sobre el certificado de soltería— le dijo para tranquilizarla, pues la veía algo nerviosa. Ella se relajó un poco y de ambulo por la oficina. —¿Tú ya tienes todos los documentos? —  él le preguntó. Ella sonrío feliz. —Si mi amor.  Si quieres los traigo mañana y así mismo nos casamos este mismo fin de semana – él la miró y sonrío al verla salir de su oficina feliz. Sebastián se pasó la mano por la cabeza, ahora preocupado. —Ahora el verdadero problema va a ser convencerla a Raúl de que acepte Audi como mi esposa— exclamó con voz alta e inquieta.    
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