Me desperté un poco aturdida. No era la primera vez que soñaba con esta persona a la que no le podía ver el rostro, se trataba de un hombre. Me preocupaba que estuviera cayendo en un estado de conducta s****l compulsiva, dado que no hacía más que soñar que dicho sujeto me besaba tan apasionadamente que olvidaba todo. Me asomé por la ventana del avión y decidí sacar de mis pensamientos ese sueño.
Telluride es una pequeña y diminuta población rodeada de valles que quedan recubiertos por sólida nieve cuando llega el invierno, época en la que yo estaba viajando para llegar allí. Cuando la voz de mi abuela volvía a mi mente pensaba claramente sobre lo que estaba haciendo; me mudaría a dicho pueblecillo encajonado por los glaciales de las enormes montañas de San Juan.
De sólo recordarlo sentía escalofríos.
Yo estaba muy asustada, no quería ir a ese recóndito y escondido lugar. Durante el viaje recordé una y otra vez que nunca dije que sí, pero tampoco dije que no, así que mi abuela lo tomó como un sí. Yo y mi asustadiza boca.
El avión aterrizó en el aeropuerto de Montrose a eso de las diez de la mañana. Llevaba una sola maleta, pero era la mitad de mi 1.60, considerablemente grande y ancha. También tenía un bolso en el que metí mi portátil y algunos libros importantes que degusté leyendo en el camino.
Estábamos a finales de noviembre, por lo que hacía un frío infernal. Cuando la abuela me advirtió sobre las bajas temperaturas de Telluride no quise prestarle mucha atención, en ese momento me debatía entre escaparme con mi amiga Addison, o tirarme desde la ventana de mi cuarto.
No pasó mucho tiempo antes de que me encontrara con Ahron, mi tío abuelo, el hermano menor de mi abuelo paterno. Y era por mi abuelo que ahora viajaba a Telluride, mis padres habían muerto en un accidente automovilístico cuando acabé de terminar la preparatoria—trágica historia, lo sé—, me quedé a vivir con ellos hasta ahora, pero mi abuelo enfermó gravemente y no pude terminar mi carrera de educación.
Luego la abuela me tiró la noticia de que se mudarían a un centro médico en Georgia y que tenía que irme con mi tío abuelo Ahron Beckham.
¿Por qué no me quedé en Denver y continué mi vida si soy mayor de edad? Pues por las mismas razones que me llevaron a estar de pie frente a Ahron. Soy una cobarde, por lo que no pude decir que no a la abuela, además, ella estaría preocupada por mí y ya era suficiente con el abuelo y su enfermedad.
—Grace—la voz del tío Ahron tenía cierto acento divertido, casi caricaturesco, esta era la primera vez que lo escuchaba porque nunca lo había visto—. Cariño, estás enorme.
Parece que él sí me había visto antes. Y era halagador, pero claramente exageraba sobre mi tamaño.
—¿Nos habíamos visto antes? —me atreví a preguntar lo más cortés posible.
Él sonrió divertidamente, casi como si fuera un muchacho de esos libertinos. Era un caucásico casi pálido de cabellos castaños, tenía una considerable barba de muchos días, cejas espesas, ojos verde Esmeralda, y un par de hoyuelos a cada lado de los ojos. Escuché que Ahron es casi 20 años menor que mi abuelo, por lo que no me sorprendió lo bien conservado que se veía.
—Cuando naciste fui a visitar a tu abuelo—aclaró. Entrecerró sus ojos y me observó fijamente—. Qué ojos tan hermosos tienes, Grace. Justo como los recordaba.
Pestañeé velozmente e incliné mi rostro.
—A-ah… sí, eso…
Se trataba de mi heterocromía, según el doctor, un estado patológico que le daba una coloración diferente a cada iris de mis ojos. Uno es de un profundo azul, mientras que el otro es de un verde aceitunado. Una perfecta anomalía que me había causado más problemas de los que nunca me creerían, por lo que es una de las fuentes de mis inseguridades.
—Necesitarás ayuda con eso, se ve bastante pesado—se ofreció de repente.
Me limité a asentir, hablar no era mi fuerte, aunque con el tiempo cualquiera notará que apenas lograba caminar como era debido.
Tomó el asa de mi maleta negra y comenzó a rodarla en dirección a una enorme camioneta negra, de esas a todo terreno que probablemente costaban una fortuna. En realidad, no me sorprendió mucho, tenía entendido que Ahron se había casado con una mujer de familia adinerada. Lo seguí en silencio.
—¿Cómo está Max? —preguntó, metiendo simultáneamente mi equipaje en la cabina.
Se refería a mi abuelo.
—Él está… bien—contesté.
—Sí…—murmuró—. Esa es la única palabra más cercana a la esperanza cuando se tiene cáncer.
Volví a asentir reflexivamente, tenía sentido. Pero el cáncer del abuelo era heredado, y Ahron no se veía preocupado por ese hecho.
El camino a Telluride duró aproximadamente una hora y algunos pocos minutos. Durante todo el viaje luché contra las ganas de usar mis audífonos y dejarme llevar por la música que había preparado en mi repertorio. Pero no pude ser tan grosera de esa forma.
Era de esperarse que un pueblo como Telluride estuviera perdido en el tiempo dada su peligrosa ubicación geográfica. La calle principal me recordó a esas películas vaqueras que mi abuelo me obligaba a ver en las noches ya que sólo teníamos un televisor, fue hasta que entré a la universidad que reuní mucho valor para instalar el cable de internet, con el apoyo de mi amiga Addison.
Cuando Ahron condujo hasta el centro de la ciudad llamaron mi atención las obras arquitectónicas de la época victoriana y los artefactos de minería que exhibían. No había salido mucho cuando viví en Denver, así que esto, en parte, eran como unas vacaciones. O por lo menos así querían todos que lo sintieran. Sin embargo, notaba que nadie sabía cuanto tiempo estaría metida en estas montañas.
—Necesito pasar por unas compras para Helen—Ahron se estacionó junto a un mercado con colorido pero desgastado letrero—. Es para la cena de esta noche, me matará si no llego con eso. Ella te quería dar una sorpresa con uno de sus banquetes.
Helen es la misteriosa esposa de Ahron, la mujer que lo alejó de la familia, según me decía mi padre antes de morir.
—No es necesario.
—Tonterías—Ahron sonrió animadamente—. Además, ya sabes que hoy es acción de gracias.
Madre de Dios. Lo había olvidado por completo.
—Toda la familia Schmit y unos amigos se reunirán para comer esta noche en nuestra casa—prosiguió Ahron, igual de animado—. Es una buena oportunidad para conocer a los demás y darte la bienvenida.
El órgano que bombeaba sangre en mi pecho era semejante al corazón de un colibrí cuando me sentía nervios.
—Q-que bien.
Ahron torció un poco su gesto.
—Sé que venir acá es un cambio radical Grace, Telluride no es una gran ciudad con centros comerciales ni cines, pero danos una oportunidad, te agradará mi familia.
La sonrisa con la que me aseguró lo que dijo no me hizo sentir más tranquila, no lo suficiente.
Cuando Ahron me dejó sola me permití respirar tan ansiosamente como necesitaba. Admitía que sentía una enorme curiosidad por la familia de mi tío abuelo Ahron, sin embargo, algo gritaba fuerte en mi subconsciente, ¡corre ahora, niña, corre!
Pero eso era lo que siempre me decía mi subconsciente, así que decidí no hacerle caso esta vez y respirar para calmar mis nervios. Más tarde salí un rato para estirar las piernas, ya había pasado suficiente tiempo sentada en el avión.
Miré hacia los enormes riscos que se elevaban hacia el cielo y más allá el teleférico que subía en dirección a Mountain Village, otra comunidad cercana a Telluride.
Más tarde, noté que Ahron se estaba tardando demasiado, ¿cuánto tiempo le iba a llevar hacer unas simples compras para la cena? Ya no podía soportar el frío. Estuve a punto de entrar de nuevo a la camioneta cuando lo vi salir con una gran cantidad de bolsas, y a su lado, un enorme muchacho.
Me quedé boquiabierta cuando vi al nuevo acompañante de Ahron, quien lo ayudaba con la otra enorme cantidad de bolsas. Se trataba de un castaño oscuro, tenía el cabello un poco largo pero manejable, todo despeinado. Tenía labios finos, nariz y rostro perfectamente simétricos, pero también se notaban aquellos pómulos fuertes. Su piel se veía pálida tersa. Cuando se acercaron noté su escasa pero notable barba de días y que sólo llevaba una sencilla camisa negra de algodón y unos Jeans oscuros. De su cuello colgaba un collar de cadenas plateadas, del que se sujetaba un dije con algún grabado que no pude leer por lo lejos que estábamos.
Él era endemoniadamente guapo y familiar, tanto que sentí que mi corazón despertó. Lo veía y no lo creía. Había visto hombres atractivos, famosos en su mayoría que veía en la tv, pero no se comparaban a este personaje. Tampoco podía creer la forma tan ligera en la que vestía, incluso Ahron estaba bien abrigado, probablemente estábamos a cinco grados.
Y entonces él me miró, ese intimidante y enorme muchacho me está observando fijamente. No supe por qué, pero sentí la necesidad de meterme dentro de un hueco o de salir corriendo de vuelta a Denver.
—Disculpa la tardanza—dijo Ahron, pasando de largo para dejar las compras en la cabina de la camioneta—. Somos una familia bastante numerosa y necesitamos mantener a los más chicos entretenidos con comida.
Cuando el acompañante de Ahron pasó por mi lado sentí una extraña ráfaga de calidez pasar por mi cuerpo, por un momento fue como estar al sol de verano en california, cuando corría de pequeña con mis padres a la orilla de la playa. Cuando mis padres todavía se preocupaban por mí.
Cuando guardaron las bolsas se acercaron a mí. Definitivamente él era la persona más alta que había visto en toda mi corta vida de 21 años.
—Bien, este es mi sobrino Dominic Schmit—lo presentó Ahron—. Nic, ella es Grace, la sobrina de la que les hablé a ti y a los muchachos el otro día, ¿recuerdas?
Él asintió en silencio, pero no me quitaba un ojo de encima, y era tan frustrante y atemorizante. De pronto levantó una mano en mi dirección, lo observé un poco perpleja hasta que comprendí lo que significaba. Antes de acercar mi mano por completo él sujetó la mía y la estrechó firme pero suave a la vez, mientras que sus profundos y helados ojos azules me estudiaban persistentemente.
Volví a sentir la misma calidez. Sin embargo, tuve un extraño deja vu cuando le tendió un leve apretón a mi mano.
—Mucho gusto—dijo Nic.
Y su voz… se escuchaba tan juvenil pero varonil a la vez, definitivamente atrayente y melódica, contrastaba mucho con su físico. No pude hablar, incluso cuando me soltó la mano.
—Bien—carraspeó Ahron, sonriendo tontamente—. Como te darás cuenta, Grace no es muy de hablar.
Nic se cruzó de brazos y ladeó un poco su cabeza sin dejar de mirarme.
—Me doy cuenta—coincidió Nic, sonriendo casi imperceptiblemente.
Ahron insistió en que yo podía sentarme de copiloto con él, y Nic no puso objeción a dicha petición. Creí que sería una buena idea, pero su martilleante mirada no dejaba de incomodarme sobre la nuca. Sabía que me estaba observando.
En algún momento del camino decidiNo tenía ni idea de la forma en que vivía Ahron y su familia, como dije antes, nunca antes lo había conocido ni visitado Telluride. Por lo que me sorprendió lo que vi a continuación en el camino.
Nos metimos por una calle que seguro alguna vez en verano fue de tierra, ahora tanto los pinos como el camino estaba cubierto en su totalidad por nieve. Unos diez minutos después entramos a una especie de enorme claro rodeado por bosques y riscos, con hermosas y enormes casas de maderas solapadas de dos pisos, al menos en su mayoría.
A diferencia de la arquitectura que había en el pueblo, allí todo se veía más modernizado, en especial por el diseño de las casas y los lujosos autos estacionados.
Ahron condujo por el centro del sendero casi hasta el final. Vi niños correr y jugar guerra de nieve entre ellos. Mujeres caminar mientras hablaban y alguno que otros chicos y hombres, pero todos vestían de forma muy sencilla y destapada. Me preocupó que a causa del frío yo también perdiera la sensibilidad física.
Estacionó frente a una hermosa casa de madera de dos pisos, pintada de color blanco con un espacioso porche y uno de esos muebles mitad mecedora. Habían varias macetas que seguro debían ser hermosas plantas en primavera. Escuché risas adultas venir desde el interior de la casa, también el ladrido de un perro.
Genial, un perro.
—Bien, hemos llegado—avisó Ahron, antes de apagar el motor.