Dmitri prácticamente la empujó dentro del baño y cerró la puerta de golpe tras ellos. Simone sintió que estaba atrapada en una caldera a punto de explotar. Él la miraba con los ojos entrecerrados, la mandíbula tensa y los puños cerrados a los costados del cuerpo. Si los ojos pudieran matar, ella ya estaría enterrada. —¿Qué demonios fue eso? —espetó entre dientes. Simone se mordió el labio para contener la risa. —¿Qué cosa? —No te hagas la tonta —Dmitri se acercó, imponiendo su altura—. Esa estupidez de “pastelito”. Simone sonrió con total descaro. —A los abuelos les gustó. Dmitri resopló, visiblemente irritado. —Te prohibo volver a llamarme así delante de alguien. —¿Delante de alguien? —Simone ladeó la cabeza con falsa inocencia—. O sea, que en privado sí puedo decirte así… Past

