Capítulo 03

3041 Words
SAMAEL El Ángel de la Muerte Capítulo 3 ¿Cómo este tipo de cosas me pueden estar pasando a mí?, ¡Que hice para merecer esto!, miro de reojo a Samael, una sonrisa ladina se asoma en sus carnosos labios y me dan ganas de molerlo a golpes. No sé si todo esto sea una mala jugada del destino o quizás sí sea el ángel de la muerte en persona delante de mí, y créanme si es así, nada bueno saldrá de esto. —Creo que necesito ir a un psiquiatra—espeto mientras tomo mis cosas para marcharme.  —¡¿Qué haces?! —pregunta alterado.  —Irme, ¿no ves? —estoy totalmente molesta, si este es algún tipo de broma, creo que ya no es un juego para mí—¿Qué crees que haces tú?, ¡Ni siquiera te conozco!, jamás en mi vida te había visto, solo estaba aquí porque ninguno de tus familiares ha venido por ti—hablo frustrada mientras me cruzo de brazos mirándolo seriamente. —Joder, ya entiendo por qué Lucifer habla tan mal de ustedes los humanos—el sarcasmo de sus palabras me ha dado dolor de cabeza—Claro que me conoces Eva, soy Samael, el que ha salvado tu lindo trasero, cuando casi mueres en esa carretera, si no hubiese sido por este demonio—se señala—Ahora estarías recibiendo latigazos en el infierno—ríe con sorna.  —¡Yo no iría al infierno! —le digo alterada—Aparte ni sé que hago hablando contigo, eres tan molesto e irritante. —Soy más bien irresistible, ya lo veras cuando te quite la pureza, lo disfrutaré… —¡Púdrete! —grito cansada.  —No puedo querida.   —¿Cómo?, ¿Cómo lo has hecho?, como es posible que habites el cuerpo de este pobre cristiano, esto es relativamente imposible. Samael toma una respiración profunda. Miro con cada detalle sus acciones, toma unas almohadas y trata de acomodarse un poco. —Soy un demonio de alto nivel, fui llamado con el propósito de destruir a los humanos, hace muchos años atrás fui encarcelado en ese brazalete que llevas, haciendo que quedara en una especie de trance, por culpa de una bruja loca. La única manera para salir de este, era que alguien lo utilizara, pero para mí mala suerte, la maldita lo arrojo en un lugar donde nadie me encontraría—hace una pausa, mientras muerde una de las manzanas que le han traído para cenar— Lo que nadie sabía era que la consecuencia de liberarme era que el alma de mi nuevo propietario ahora sería completamente mía, en pocas palabras toda tú me pertenece—trago seco. Trato de visualizar las maneras en que puedo escapar de este lugar, no quiero estar cerca de él, de pronto uno de los doctores entra para revisar a Samael, mientras hace alguno de los procedimientos matutinos trato de escabullirme, pero Sam alcanza mi brazo impidiendo que pueda moverme y cuando menos lo espero siento su mano entrelazarse con las mías. Miles de espasmos invaden mi cuerpo. El doctor comienza a realizar una serie de preguntas y Samael solo responde tajantemente. El doctor ha quedado anonadado porque realmente nadie se explica cómo es posible que Samael esté en perfecto estado, después de semejante accidente, y solo un par de huesos rotos que fueron corregidos en cirugía. —¿Y bien? ¿Cuándo podré salir de aquí? —pregunta fatigado el chico demonio. El doctor Curren le ha informado que en unas cuantas horas podrá salir de este lugar a lo cual agradecí, porque después de esto no espero volver a ver jamás a Samael en mi vida. (***) Hace más de media hora han dado de alta a Sam, le he tratado de convencer para que se aleje de mí sin ningún tipo de resultado, prácticamente hasta lo he pateado en la calle y aun así sigue detrás de mí—¡Para ya! —volteo para encararlo.  —Por más que quiera, no puedo alejarme Eva, ¡Ya superarlo! —dice agotado.  —¿Por qué?, dime ¡¿Por qué no me puedes dejar en paz?!, yo no te pedí que me salvaras, yo no le pedí a Billy que me regalara este brazalete, es más mira como me lo quito–tomo el broche del brazalete y trato de zafarlo. Miro a Sam fijamente y al parecer mi acción lo divierte. Por más que trato el broche no cede. —Te lo dije, hasta que no pagues el favor que me debes, el brazalete no saldrá de tu mano—suspiro profundamente. Me volteo para andar otra vez hacia mi destino. —¿Puedes dejarme sola? ¿Cómo le has hecho para andar tan bien después de ese accidente? —le pido entre súplicas, Samael trata de correr hacia mí, pero se para en seco y veo como su rostro palidece. Samael lleva una de sus manos hacia su costilla izquierda y jadea—Eva…este cuerpo mortal me está dando demasiados problemas y respecto a lo otro, soy inmortal, esto no es nada. —dice mientras que su cuerpo se balancea, comienzo a dudar si ayudarlo o no, sea un humano o un demonio no creo que sea bueno idea dejarlo solo en la mitad de la calle. —¿Te sientes bien? ¡Oh por el creador, Samael! ¿Estás sangrando? —siento una gran ganas de vomitar al ver la cantidad de sangre que tiñe las vendas que Sam tiene en su torso.—¡Por favor Samael! ¿Dónde vives?—Sam me extiende con dificultad una tarjeta que saca de la chaqueta que tiene puesta—¿Aquí? ¿Aquí vives? —el ángel de la muerte asiente y sus ojos comienzan a entre cerrarse, golpeo un par de veces sus mejillas para que no se duerma. Como puedo pido un taxi, para que me lleve a la dirección donde vive la persona dueña del cuerpo de Samael. Al llegar, el demonio le da señas al portero para que me deje pasar. No puedo creer la facilidad que tiene Samael para engañar a su antojo a las personas, no puedo creer como Samael se ha adueñado de la vida de una persona. Me dispongo a calentar un poco de agua para prepararle un té a Samael, busco entre los estantes un poco de eucalipto para así, Samael pueda aliviar un poco su dolor. Me giro para salir en busca del demonio y pego un brinco cuando veo a Samael en el marco de la puerta con la mitad de su torso desnudo. —¡Qué mierda! —exclamo apartando la mirada. —¿Te asusté? —¿Te asusté? ¡¿Te asusté?! Si serás imbécil, Samael—hablo, mientras lo aparto para salir de la cocina. Siento como mi cuerpo es tirado hacia atrás y me percato que Sam me sostiene del brazo, mi cuerpo se contrae el sentir el tacto de su piel sobre la mía. —Te exijo que no te vayas Eva–chillo al percatarme de un dolor en mi pecho, tengo que encontrar la manera de huir de este hombre.  —Yo soy dueña de mis propias decisiones—le arrebato con fuerza mi brazo—Y por lo que veo, ya la sangre ni la herida están—espeto mientras veo el lugar donde antes estaba su herida y ya no hay nada. —Espera…no Eva—trata de retenerme, pero estoy dispuesta a irme y lo hago. (***) Al llegar a casa me encuentro con Billy sentado en medio de la sala con un plato de palomitas mientras ve su serie favorita Doctor. Billy me saluda sin quitar la mirada de la pantalla y me aproximo a ir a la sala por algo de tomar. Me llevo el susto de mi vida al ver a mi madre mirar fijamente a un lado de la cocina, toco con cautela su hombro y las dos brincamos del susto.  —¿Te sucede algo, mamá? —espero su respuesta.  —¿Qué? —pregunta cuando sale de su trance. Miro como busca un vaso de agua y lo bebe inmediatamente. Me da una seña para que la siga y así lo hago. La preocupación aumenta cuando mi madre parece un alma perdida, su mirada está apagada y su semblante decaído, es como si algo la atormentara. Cuando llegamos a la sala ya hay varios invitados como es de costumbre, el señor de la Vega esta junto a su esposa e hijo. Miro de reojo a Joaquín de la Vega, recordando que cuando éramos pequeños asistíamos al mismo colegio, pero una vez que creció sus padres lo mandaron a estudiar a un instituto religioso fuera del país. Lo observo detalladamente, su aspecto realmente ha cambiado, sus ojos azules y sus rasgos marcados lo hacen ver realmente un hombre apuesto. Mi padre comienza a hablar sobre un pasaje de las escrituras, Billy lucha para no dormirse y rio al ver que nada en él ha cambiado, sigue siendo el mismo niño que trataba de mantenerse despierto mientras nuestra familia oraba. Escucho como el timbre de nuestra casa suena. Mis padres se miran extrañados porque al parecer no han esperado a nadie más el día de hoy. Joaquín se levanta para abrir, sigo sus pasos con mi mirada hasta que se pierde de mi vista. Escucho un quejido por parte de nuestro invitado y mi madre me hace seña para que vaya a ver qué sucede. Veo como Joaquín trata de cerrar con sus manos la puerta–¿Qué pasa? –lo miro extrañada. Los bellos de mi piel se erizan cuando visualizo a Samael en la puerta de mi casa. —¿Qué haces aquí? —digo asombrada, ¿Cómo Samael sabe dónde vivió? ¿Cómo llegó hasta aquí? —He venido por ti, cariño y sabes que todo lo sé—responde dándome a entender que ha podido leer mis pensamientos, mis ojos se abren al ver a Joaquín mirarme fijamente. Sam observa con superioridad al rubio hombre y se posesiona a mi lado. Su brazo rodea mi cintura y me atrae hacia él. Joaquín me observa, su mirada se posesiona en Samael y después en mí con curiosidad. —¡Vaya!, no pensé que te gustará este tipo de personas—siento algo de veneno en las palabras de Joaquín y la mirada tan déspota que le da a Samael no se queda atrás. —No me…—soy interrumpida por Sam.  —¿Esto es gracioso sabes? —Sam me toma de la mano, lo miro, pero no soy capaz de hacer algo, es como si el mismo Samael tuviera control de mi cuerpo—Tú eres la viva imagen del tipo de hombres que Eva siempre habla que no le gusta, el tipo perdedor no se le apetece a mi chica—ríe. Veo como los ojos de Joaquín se inyectan en sangre, aprieta los puños y se abalanza a golpear a Sam. Observo como el demonio ni se inmuta y de un solo golpe tira bruscamente a Joaquín al piso, este trata de levantarse, pero Sam se adelanta y vuelve a golpearlo. La situación empeora cuando veo a mis padres y sus invitados salir. —¡¿Qué sucede aquí, Eva?! –mi padre me reprende. Trato de responderle, pero Sam se posiciona delante de mí.  —Señor Falls, he venido a buscar Eva, como vera soy nuevo en la ciudad y su hija se ha ofrecido a ayudarme… Mi madre lo interrumpe—¿Cómo dice? —espeta Nohora Falls, su ceño se frunce y dirige la mirada hacia mí. —¿Por qué mi hija debería de ayudarte? —lo mira molesta—Eva, no puedo creerlo, ¿Este es el tipo de amistades que te rodean?, como es posible que este hombre haya golpeado de esta manera al pobre Joaquín—todos miran al hijo de los de la Vega y me doy cuenta de su pómulo herido y las gotas de sangre que resbalan por sus mejillas.  —Yo…–no sé qué decir.  —¡Tú! –se dirige hacia Sam—Aléjate de mi hija, algo de ti no me gusta siento algo malo proveniente de ti, así que aléjate de Eva, ya es demasiada vergüenza verla de esta manera.   Siento las lágrimas salir de mis ojos, mi madre siempre me ha tratado de esta manera—¿Cómo dices? ¿te doy vergüenza? —contestó.   Mi padre se posiciona delante de ella, tratando de impedir de que me hiriera aún más, Jorge me conoce, él sabe cuánto me duele el trato que mi propia madre me da–Por favor, Nohora no digas cosas las cuales mañana te arrepientas. —Ella tiene que saber, porque la repudio tanto—mi pecho me duele. Samael aprieta mi mano y la suelto inmediatamente. —¡No!, déjala que hable…yo quiero saber por qué siempre me has tratado de esta manera, dime madre… ¿Por qué siempre me haces a un lado? —Cálmate—susurra el demonio, pero no puedo hacerlo, necesito saber por qué mi madre siempre ha tenido preferencias por Billy, porque, aunque sacara buenas notas o hiciera cualquier cosa para que me viese y llenarla de orgullo nunca era suficiente para ella—¡Habla! —mi voz suena frágil. Veo como mira a los de la Vega, sé que este tipo de cosas la enfurecen, siempre mi madre ha tratado de aparentar lo que no es. Siempre he sido despreciada por ella–¡Porque no eres nuestra hija!, eres solo una huérfana que hemos cobijado porque sentíamos pena por ti –siento como si me hubiesen dado una puñalada a mi corazón. Miro a mi padre para que desmienta todo esto, pero lo único que hace es mirar hacia el piso. Billy me mira con pensar, él lo sabía mi hermano lo sabía. Siento mi corazón quebrarse, entro a la casa corriendo y busco las llaves de  de mi coche. Veo a Sam inmóvil esperando lo que haré. Sin dudarlo tomo su mano para que nos marchemos de ese lugar.  —¡Sigue así!, ¡sigue avergonzando a esta familia yéndote con ese marginal! —grita fuertemente la mujer que llame por muchos años mamá y puedo ver a más de un vecino mirándome con reproche, Sam me quita las llaves lo cual agradezco porque por mi estado, no podría manejar. Samael ha echado andar el auto y sin más me quiebro.  Billy corre hacia mí y me abraza—Por favor bonita, no te vayas, yo…te necesito en mi vida Eva por favor te lo ruego, vete conmigo…vayámonos lejos muy lejos de aquí, vámonos ahora, pero te lo ruego no me dejes—suplica, Billy me abraza fuertemente, siento su aroma inundar todo mi sistema, pero no le puedo hacer esto, no puedo alejarlo de su familia. Niego inmediatamente marchándome lejos de allí, con mi corazón roto.  Aprieto el volante y sin dudarlo le pido a Samael que me aleje lo más rápido posible de ese lugar, estoy reteniendo las ganas de llorar—¿Quieres que dé la orden, para pasar a tu madre al otro lado? —expresa Samael y lo miro extrañada.   —No entiendo—él ríe.   —Eres algo lenta amor, quiero decir que si me permites dar la orden para que muera la mujer a la que llamabas madre—lo miro horrorizada. —¡No!, claro que no—Samael me mira fijamente con el ceño fruncido . —No entiendo, esa mujer te ha hecho daño, ¡es una bruja!, —niego. —Aun así, es mi madre, los humanos estamos llenos de perdón y misericordia.   —Si ella me hubiese echo eso a mí, ya estuviese torturándola de una y mil maneras y después la mando al infierno para que termine su castigo que jamás tendrá fin y créeme mi jefe no la pondría a lavar platos–manifiesta y los dos reímos. Veo como Sam desvía el coche por un sendero, mi corazón esta afligido así que me dejo llevar a donde sea que Sam este conduciendo. Me percato cuando parquea el coche y mi vista se centra en un gran roble a lo lejos—¿Qué es este lugar?— manifiesto anonadada, el sitio está rodeado de pasto verde y en medio de la nada se encuentra un gran árbol frondoso de roble.   —Ese roble lleva miles de años allí—argumenta—Desde que lo descubrí he venido aquí, es como mi lugar especial en la tierra, fue sembrado por un campesino hace casi dos siglos, un señor muy honesto, pero sus malas decisiones lo hicieron toparse conmigo y perdió su alma, además las antiguas creencias creen que este inmenso árbol de roble está lleno de sabiduría—sus ojos azules se posesionan en los míos—No soy bueno dando consejos, como veras soy un demonio y bueno si algo nos caracteriza no es el amor así que lo único que puedo decirte, véngate de esta mujer, pero como sé que no me harás caso a lo que te digo, espero que ella pague todo lo que te ha hecho pronto—siento las lágrimas volver a salir de mis ojos. Odio verme frágil, odio verme de esta forma patética delante de alguien y mucho peor delante de Samael.    —Puedes llorar y no pienses en mí, por ahora no, saca todo lo que tienes retenido, no sé porque estoy diciendo tantas cursilerías—ríe y las lágrimas comienzan a salir por mi madre, porque jamás pensé que no llevaba su sangre, lloro por mi padre porque lo amo, lloro por Billy, por nunca haberme contado este secreto. Siento los brazos de Sam rodear mi cuerpo. Siento un choque cuando corta la distancia que nos separa—Déjame robarte un beso—pronuncia y puedo sentir una batalla campal dentro de mí, no puedo hacerlo, no puedo besar a alguien que apenas y conozco— Por favor, déjame darte un beso—su mirada suplica que le de paso a su acción. Mi consiente dice que lo aleje, que esto no está bien. Sam es peligro.  Sin más tomo distancia de él. —Yo…—miro hacia el suelo.   —Está bien, he sido un tonto, verás desde mi creación siempre me he dejado llevar por mis impulsos lo siento. Prometo que no volverá a pasar—su mirada se ve fría, siento un retorcijón por el cambio de humor tan brusco de Samael—Solo ha sido curiosidad.  (***)  He llamado a Hillary para que solicite al campus de la universidad una habitación para mí, con toda esta situación con mis padres lo único que quiero es tener que verlos de nuevo. No me sorprendo cuando Riri me responde que ya tiene todo solucionado. Le pido a Samael que me deje en las residencias de la universidad.   Un silencio incomodo nos invade y realmente no sé qué decir.  —¿Hillary te ha conseguido una habitación, en una residencia mixta? —Sam arquea una ceja.   Trato de responderle cuando alguien grita mi nombre, veo como Hillary corre hacia mí y me percato que no está sola. Un chico rubio con grandes ojos grises y completamente guapo me observa.  Hillary sonríe—Eva, Pablo, Pablo, Eva—Riri hace la respectiva presentación, siento los labios fríos de Pablo en mi mejilla, por el beso que me ha dado—Pablo es de Argentina y está en nuestro país de intercambio, al parecer le han asignado tú mismo bloque—Sam me mira y gruñe molesto.  ¿A caso un demonio puede sentir celos?  ¡Creo que estoy a punto de averiguarlo!                        
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