—¿P-puedes sentirlo? —un jadeo proveniente de mis labios fue mi respuesta. Amaru mantuvo el ritmo actual de como su mano se movía en mí, pero quería más, todavía no estaba satisfecha—. ¿Aún no es suficiente?, dime como te gusta y lo haré de esa forma.
Instantáneamente escuché aquello me hice camino en busca de su mano, todo esto con verdadera dificultad, ya que mi mente y mis sentidos estaban en él y únicamente en él y no era capaz de prestarle la atención necesaria a mis actos; empecé a guiarlo una vez que me encontraba al mando de sus movimientos. Lento pero firme, ejerciendo un poco de presión en mi punto de excitación.
—Así me gusta —dije en un hilo de voz apenas entendible.
Nos encontrábamos en un lugar rodeado plenamente por césped y la noche estaba llegando a su fin y esto lo sabía debido a que el cielo se estaba aclarando y la oscuridad se estaba esfumando. Amaru nos guio hasta aquí y sin perder tiempo nos tumbó en el suelo e invadió mi cuerpo por completo.
Empezó con caricias desesperadas por mi rostro para luego seguir su trayectoria de manera lenta y atrayente al lugar en donde sus manos se encuentran en este momento, mi intimidad.
—Emylie —mi mirada por inercia se dirigió al chico encima de mí, quien me observa con una expresión impaciente. Sus movimientos se detuvieron y su toque se esfumó radicalmente cuando este retiró su mano—. Emylie, yo...
Me apoyé sobre mis manos para poder sentarme y en el acto Amaru tuvo que echarse para atrás.
—¿Por qué actúas así de repente? —luego de mi pregunta un silencio estremecedor nos cubrió—. ¿Amaru?
Arqueé una de mis cejas en su dirección al ver como su rostro se tornó de un rosa tenue, pero evidente.
—Emy.
—Esta es la tercera vez que dices mi nombre —solté con burla, miré su mano, la cual estaba a pocos centímetros y dudosa empecé a arrastrar la mía por el césped hasta finalmente y con cautela e inseguridad colocarla encima—. Si tienes algo que decir dilo.
—No sabes cuánto deseo que sea así de fácil, sin embargo, no sé cómo vayas a reaccionar y tampoco sé cómo decirlo —murmuró lo suficientemente alto para que sea capaz de oírlo.
Di un suave apretón a su mano bajo mi palma con la necesidad de transmitirle un estoy aquí, pero en lo profundo con un sentimiento de que no debería ser así.
—No debes decidir por mí, no deduzcas que haré algo como si tú fueras yo.
—Emylie, perdón.
Negué con la cabeza.
—Dime, Amaru. ¿Es algo malo?
Un largo suspiro que reprochaba cansancio salió de sus labios a la vez que sus manos fueron hacia su cabello, enredando de esta manera sus dedos en este para después tirarse de espaldas a mi lado.
—Depende de la manera en que lo veas —murmuró para posteriormente cubrir su cara con su brazo.
Asentí no muy convencida, pero tampoco queriendo preguntar nada más respecto a ese tema. No quiero que piense que lo estoy presionando, pero necesito hacerlo.
—Antes... te detuviste, quiero saber por qué lo hiciste. Dímelo, sin pena —interpelé en un tono agridulce.
Viré mi rostro hacia el lado cuando percibí mi cara ardiendo en vergüenza, me encogí sobre mí misma sin saber qué hacer, debido a que unos minutos habían pasado y ninguna respuesta fue dicha.
—Q-quería tocarte por eso me detuve.
Enfoque mis ojos en él.
—Pero estabas tocándome —señale sin encontrar la lógica a sus palabras.
—Lo estaba haciendo, sí —asentí en aceptación, a pesar de que este no me estuviera viendo— pero con mis manos.
Amaru quitó su brazo de su rostro y se quedó mirando hacia arriba, en donde un cielo mezclado de rojo y naranja le regalaba una solemne vista, que encajaban uno con otro en líneas dispersas.
Entreabrí mis labios con la intención de hablar, pero guardé silencio en el instante en que la voz de él se interpuso en mi camino.
—Y deseo hacerlo con mi boca, tocarte ahí con mis labios y lengua y para hacerlo necesito tu permiso —sus ojos encontraron los míos y yo sostuve la respiración.
Parpadee repetitiva veces para tratar de ahuyentar la impresión y pavor que me generaron sus palabras, el ritmo desenfrenado al que empezó a latir mi corazón era exagerado. Mis manos se movieron por sí solas y se precipitaron a palmas abiertas en su rostro, e hice que volteara hacia otra parte, muy lejos de mi semblante exaltado.
—No digas eso tan a la ligera —mascullé de forma gutural, lo miré de reojo y abrí los ojos con horror al percatarme de que a pesar de hacer esto, él se las arregló para poder observarme—, y menos con esa expresión que tienes.
—Perdón, Emylie, yo...
—Creo que debo ir a casa —decidí y corté de raíz cualquier cosa que él deseará decirme.
Me levanté con brevedad y una vez de pie acomodé mi ropa.
La mañana ya nos había dado la bienvenida y con ella como de costumbre la fría brisa, la cual se coló por debajo de mis prendas y me hizo estremecer.
—Supongo que nos veremos luego.
—Supongo —respondió antipático.
Puse mis labios en una línea recta cuando supe que él no diría más, e incluso más al percatarme de que no tenía intención alguna de detenerme. Con una mueca irritada di la vuelta y me posicioné frente a él. Amaru aún se encontraba recostado en el suelo y esto hizo que mi gesto de fastidio se engrandeciera.
—¿En serio te quedarás ahí? —inquirí arrisca.
—Pensaba hacerlo —tomó impulso para sentarse y mirarme—, pero no lo haré al ver que te molesta.
Achiné mis ojos, acuchillándolo con la mirada pero esto no duró demasiado, ya que sin fuerzas me dejé caer a su lado.
—Lo siento, por actuar como una niña estúpida, es que tontamente deseaba que me detuvieras. ¿Es tan difícil para ti entender las indirectas?
Amaru flexionó una de sus rodillas y apoyó su mano en esta, mientras ladeó la cabeza y se dispuso a observarme.
—¿Cómo lo entendería?, tú misma decidiste que te irías.
—Exactamente, por alguna extraña razón necesitaba que me hicieras entender que querías que me quedará —conteste, sabiendo que si no hablaba claro, él no entendería y para sincerarme conmigo misma; yo Emylie Mayer García, quería que él me entienda y que comprenda el significado de mis palabras, a pesar de que yo misma no sabía que significaban en realidad.
Volví mi rostro al frente siendo incapaz de sostenerle la mirada.
—Gracias —mi rostro se giró a donde él con rapidez al escuchar eso y me encontré de lleno con una sonrisa pintando sus labios.
—¿Por qué me agradeces?
—Por querer quedarte a mi lado, me alegra que quieras quedarte conmigo —sus manos se extendieron en mi dirección y se cerraron en las mías, que se encontraban en mi regazo—. Siendo sincero estoy avergonzado por todo lo que he hecho y he dicho, es difícil tratar de ser sincero. Trataré de ser mejor captando las indirectas —negó con la cabeza, a la par que una sonrisa opaca y tímida curso sus labios.
—Sí, haz eso —una sonrisa amortiguada suplanto mi expresión seria—. En mi próximo cumpleaños en vez de un tulipán, quisiera que me regalarás una de esas flores que me enseñaste... —una sonrisa sincera llegó a mis labios y mi pecho zumbaba frenético por mi emocionado corazón.
—Lo haré, pero a cambio quisiera algo —dejó saber, yo asentí y guardé silencio para que me dijera que quiere—. Quiero que me cantes. Sé que no te gusta, pero realmente quiero escucharte.
—Trato. Te esperaré.
Este asintió satisfecho.
—Estaré allí... —no pudo decir más, ya que alguien tiró de su brazo con brusquedad hacia arriba, obligándolo a levantarse.
—¿Qué mierda estás haciendo? —prestamente volví mi vista hacia el dueño de aquella voz y palidecí al instante en el cual me encontré con la presencia del mismísimo señor Viagel.
Bruno, el padre de Amaru.
—¡¿Acaso intentas matarme?!