El crujir de las hojas bajo mis pies es algo asfixiante para mis oídos, esto es debido a que es lo único que se escucha en este bosque tétrico. Detengo mis pasos por unos segundos para apreciar el silencio que se presenta después y dando un suspiro cargado al viento, alzo mi rostro para encontrarme con el cielo pintado de n***o sobre mí.
Empiezo mi marcha nuevamente cuando el frío viento que roza mi piel expuesta se vuelve insoportable, pero al contrario de antes mi destino es hacia mi casa o eso es lo planeado. Llevo caminando más tiempo del que puedo recordar y pese a ello no he pedido dar con él, además me encuentro perdida en este lugar que creí conocer tan bien. Justo como me sentí ante su confesión, realmente no me lo esperaba.
—Emylie.
Mi cuerpo gira con brusquedad al instante en que mi nombre retumbó en la estancia; abro mis ojos en sorpresa y traspaso saliva con dificultad al encontrarme frente a frente con la figura mezclada en la oscuridad de Amaru.
—¿Cuánto más piensas caminar?, te perderás —casi murmuró.
—Más perdida de lo que estoy lo dudo —negué y sonreí entre desorientada y aliviada—, ¿y qué quieres decir con cuánto más caminaré? No me digas que me estabas viendo y no dijiste nada —mi voz paso de temblorosa a reprochadora, pero dócil. El alivio estuvo, no obstante, este se vio forcejeando con los latidos frenéticos de mi corazón.
—No pensé que debía decirte, pensé que estabas dando un paseo.
—Estás siendo sarcástico, ¿cierto?, por quién más estaría aquí, sino por ti, además, ¿quién daría un paseo a estas horas de la noche? —pregunté al tiempo en que curvé mis labios en una sonrisa incrédula.
—¿Qué haces aquí, Emylie? —me preguntó y se dispuso a dar un paso hacia mí.
Amaru extendió su mano de forma lenta en mi dirección y yo entreabrí mis labios sin saber que hacer o responder.
—¿Estás preguntando qué hago aquí?, te lo dije antes.
—¿Lo hiciste?
—Por supuesto —lo vi asentir con la cabeza.
—Por mí —fue mi turno de asentir.
Su mano tocó de lleno la piel helada de mi cara, me estremecí.
—¿Ahora si tengo permitido acercarme? —susurró cerca de mi rostro, tan cerca que el viento fue nada comparado con la calidez de su aliento.
No tuve la capacidad de responder.
—Emylie, siempre tendrás deseo de huir, esa es la verdad —mostró en un hilo de voz apenas perceptible—, pero al final siempre regresarás y yo siempre te querré de vuelta. Entonces... ven a mí con total confianza.
Sus ojos buscaron los míos en esta oscuridad simétrica por la escasa luz de la luna que se escabullía a través de las copas de los árboles. Una corriente de aire se coló por debajo de mis prendas y provocó que me estremeciera de pies a cabeza, su mano se ensambló con la mía y lo miré aturdida.
—Podemos retrasarlo, apresurarlo, modificarlo de todas las maneras posible, pero siempre terminará en el mismo resultado. Nosotros nacimos para estar juntos, es nuestro destino —levantó nuestras manos entrelazadas para hacer referencia a su punto.
Amaru abrió su boca para decir algo más, pero lo interrumpí.
—¿Esto tiene algo que ver con tu naturaleza?, con lo que eres. ¿Qué debemos lograr?, ¿por qué nos incumbe a los dos? —pude percibir como su cuerpo se tensó ante mi pregunta y esto hizo que mi curiosidad incrementará y me guie por lo que parece un mal camino.
—Tú naciste para ser mía y...
—¿Esto tiene que ver con lo que eres? —interrumpí e insistí.
—Yo nací para ser tuyo —mi corazón dio un vuelco, lo cual causó que retrocediera, pero mi acto fue interrumpido cuando la persona frente a mí, rodeo mi cintura con sus manos y nos dejó muy cerca el uno del otro, a tal punto que me era imposible respirar con normalidad por el miedo de que mi respiración le toque.
—¿Por qué esquivas mi pregunta? —mi voz salió rasposa y un tanto más áspera de lo normal.
—No lo hago.
—¡Claro que lo haces! —reclamé sintiéndome sin aire, sus labios se convirtieron en una línea recta y frente a mi ignorancia apreté mis dientes en molestia—. Suéltame, Amaru —pedí con la poca paciencia que tenía.
Cerré los ojos con fuerza y viendo que él no iba a ceder a su agarre, lo aparté de un empujón.
—Me estás ocultando algo.
—No, no te estoy ocultando nada —alegó con premura.
—Lo haces —voltee mi rostro hacia el lado, pues no era capaz de mirarlo—. Pero te conozco tan bien que sé que no saldrás de ahí hasta que por ti mismo decidas hacerlo, así por ahora dejémoslo. No quiero pelear contigo, no ahora.
—¿Entonces después querrás pelear?
Nuevamente mis labios se plegaron en una sonrisa de lado y mis ojos lo buscaron. Sentí alivio.
—Chico listo.
—A veces suelo serlo —confirma con avidez.
—Vine a disculparme por lo sucedido ayer —enuncié perdiendo mi sonrisa.
—No tienes que disculparte, entendí que necesitabas espacio y te lo di. No estaba molesto como veo que pensabas.
Un alivio me recorrió el pecho al tener una carga menos con la que atormentarme.
—Me alegra escucharlo —suelto expulsando aire fuera de mi pulmones.
—Tienes algo más para decir, ¿cierto?
—Sí, así es. Algo importante —asiento aturdida. Carraspeé—. Acepto tu proposición, pero tengo varias condiciones.
Sus ojos me indagaron por varios segundos hasta que se dignó a hablar.
—Condiciones dices... —el tono de su voz salió perezoso y extendido.
—Sí, condiciones —le di frente y crucé mis brazos sobre mi pecho para mostrar seriedad.
—Las cosas al parecer nunca cambian.
Me encogí de hombros con cierta inocencia.
—Cualesquiera que sean tus términos —su cuerpo se inclinó en mi dirección y yo tragué saliva cuando su rostro estuvo lo suficientemente cerca como para ponerme nerviosa—, los acepto.
—¿Y si uno de ellos es vayas en contra de tus principios? —bromeé y reí un poco para aligerar el ambiente entre ambos que se ha puesto pesado para no decir envolvente.
—Lo haría
—Eso espero —lo empujé con suavidad para recuperar mi espacio personal.
—Aún no me has dicho tus condiciones, Emylie.
—Aceptaras sea cual sea la condición, lo dijiste. Tienes que cumplir tu palabra.
Amaru dio un paso más cerca y yo me contuve en mi lugar para no retroceder, puesto que no quiero que él pueda malinterpretar mis acciones.
Este ladeo su cabeza.
—Sí, eso dije —enfoqué mi vista en sus ojos, pero luego perder el rumbo en camino a sus labios cuando este bajo su mano y me permitió ver el momento en que los humedeció con su lengua—. ¿Emylie? —pestañeé avergonzada, a la vez que pasé saliva y me aclaré la garganta continúo con mis pensamientos.
—Ah, sí —mordí mi labio inferior y me dispuse a tomar una postura recta y seria—, una de mis condiciones principales es que seamos novios.
Hice una breve pausa y acorté la distancia que nos separaba, el rostro de Amaru era un poema ante mis ojos. Este tenía su boca entreabierta y me miraba totalmente sorprendido.
—¿Novios? —indagó, yo coloqué mis manos en su pecho y alcé mi rostro para que nuestros ojos se encontraran con mayor intensidad. De manera rápida deposite mis manos a cada lado de su cara y lo acerque a mí, sin darle tregua junte nuestros labios, pero no por completo, solo fue un roce profundo pero no lo suficiente como para darle chance de reaccionar.
—Novios mojigatos para el mundo, e íntimos para nosotros. Somos jóvenes aún y no quiero que estén hablando a nuestras espaldas. Así me sentiré más segura. ¿Qué dices, Amaru Viagel?
Un grito ahogado salió de mis labios al instante en que Amaru me alzó sin previo aviso, e hizo que enrollara mis piernas alrededor de su delgada cintura.
—De acuerdo —dicho esto dejó caer sus labios contra los míos y su boca poseyó la mía en un beso con una necesidad opresiva.
Sus pies se empezaron a mover, pero hice caso omiso a sus acciones por lo concentrada que me encontraba en el beso que este me estaba dando. Hubo un breve segundo en donde nos separamos y nuestras respiraciones chocaron una con la otra por lo cercanos que se hallaban nuestros rostros.
—Emylie.
Guardé silencio ante mi nombre salido de su boca y me centré exclusivamente en sus ojos.
—Después de que digas sí no habrá vuelta atrás —advirtió, asentí con la cabeza en entendimiento y me encogí en mí misma cuando una de sus manos me tomó del cuello por detrás—, así que esta es tu oportunidad para retroceder tus pasos.
—Es un sí, no me echaré para atrás —dije firme.
Mis brazos se aferraron a sus hombros y forcé más el agarre de mis piernas a su alrededor por miedo a caerme.
—Yo tampoco —dicho esto afianzó su agarre en mi cuello y eso me hizo hacer una mueca, no porque doliera, sino porque la sensación no me agradaba del todo.
Sin más palabras que decir su boca nuevamente encontró la mía y algo me quedo claro, me estaba adentrando a un mundo desconocido en donde el placer nubla cada pensamiento sensato, pero me convertiría en su víctima voluntaria para que cuando me consuma, clamar su nombre no sea una tortura, sino una bendición.
Dos niños tentando juegos de adultos, ¿qué podría ser peor?
—Amaru...