Desperté en los brazos de Fabricio. Su calor envolvía mi cuerpo como un ancla, un recordatorio de lo que había sucedido la noche anterior. Sentí su respiración pausada contra mi cuello, y un estremecimiento recorrió mi piel. Traté de moverme, pero su brazo estaba firmemente aferrado a mi cintura, como si, incluso en sueños, temiera que me escapara. Con esfuerzo, logré zafarme de su abrazo y me levanté con cuidado, asegurándome de no despertarlo. Caminé hacia el baño con el ceño fruncido, mi mente llena de preguntas sin respuesta. —¿Cómo mierda terminé así? —murmuré al ver mi reflejo en el espejo, mi cabello despeinado y mi piel con rastros de su contacto—. Lo odiaba y ahora duermo con él... Agh, estas emociones me confunden. Creo que la Diosa Luna me está usando de experimento. Suspiré

