Más tarde, llegamos a casa, ya era muy tarde. Estaba agotada, pero sentía una paz profunda. Apenas me cambié para ponerme la pijama y me acomodé en la cama. Fabricio ya estaba allí, sin camisa, solo con unos pantalones de pijama. Me acurruqué a su lado, buscando su calor, y sin decir una palabra más, nos quedamos dormidos juntos, abrazados. El silencio era cómodo, lleno de amor, y el mundo exterior ya no importaba. Solo estábamos él y yo, y nada más. (...) Sentí suaves besos en mi frente y no pude evitar sonreír al escuchar la voz de Fabricio, que me despertó de mi sueño. —Despierta, amor —dijo, mientras dejaba besos por toda mi cara—. Vamos a llegar tarde a clases. Con una sonrisa perezosa, le respondí: —Me voy a duchar —le di un beso en los labios antes de levantarme y dirigirme al

