Recibí un mensaje que me hizo fruncir el ceño: "Alphas de manadas cercanas quieren hablar conmigo". Pensé en lo que acababa de suceder con Paulina; ella se había ido a transformarse. Dejé a mis padres y a Kate, la amiga de Pau, atrás y me despedí rápido. De repente, un olor a jazmín y coco me inundó, y mi lobo, Matt, reaccionó de inmediato. —Mate, mate —dijo, inquieto. —Luego la buscaremos, ahora hay algo que hacer —le respondí, intentando calmarlo. —Prometo buscarla tan pronto termine. —Bien —dijo, desganado, aunque se notaba su frustración. (...) El reloj marcaba casi las cinco o seis de la mañana cuando regresé a casa. Al entrar, el mismo olor dulce y embriagante me golpeó de nuevo. —Mate, mate —insistió Matt, su voz ahora más ansiosa. —¿Cómo?, ¿Acá en la casa? —pregunté, alarmad

