El silencio llenó la habitación como un peso insoportable una vez que Samuel cerró la puerta tras de sí. La tensión dejada en el aire parecía expandirse, apretándolos, sofocándolos. Mason seguía de pie, mirando la puerta como si aún pudiera sentir la presencia de su hermano al otro lado. Nina, en cambio, abrazaba a Alan, tratando de calmarse, aunque su mirada fija en el bebé delataba el remolino de pensamientos que atravesaban su mente. Finalmente, Mason rompió el silencio. —Es... una oferta perfecta —dijo, casi en un susurro, mientras desviaba la mirada hacia la ventana. Nina levantó la vista hacia él, pero no respondió de inmediato. El peso de esas palabras, oferta perfecta, le provocó un nudo en el estómago. Suspiró profundamente y volvió a mirar a Alan, acunándolo con ternura.

