Mason estaba sentado en el borde de la camilla, su rostro rígido mientras el médico revisaba la herida en su ceja y los hematomas que adornaban su mandíbula. Nina estaba junto a él, de pie, con las manos cruzadas frente a su vientre, incapaz de apartar la mirada del hilo que se deslizaba por la piel de Mason. El sonido de las herramientas y el suave murmullo del médico llenaban la habitación, pero el silencio entre ellos era casi insoportable.
Mason apenas se movía, su cuerpo tenso como si más que el dolor físico, fuera otro tipo de herida la que lo atormentara. Su camisa estaba rota y manchada de sangre en el cuello, y había una hinchazón evidente en su pómulo derecho. Nina quería decir algo, cualquier cosa para romper esa barrera invisible, pero las palabras se quedaban atoradas en su g
